ARTE EN LA COCINA
EL MUSEO THYSSEN-BORNEMISZA HA INNOVADO AL UNIR ARTE Y GASTRONOMÍA, COLABORANDO CON DESTACADOS CHEFS ESPAÑOLES
¿Los alimentos que nos sustentan son sólo la fuente que nos nutre? ¿Podríamos ir más allá al considerarlos como vehículo de culto, manifestación de riqueza, ritual o símbolo de nuestra identidad como sociedad que construyen nuestro espíritu?
El arte culinario, que es creatividad y color a semejanza de la pintura, atrae a la vista. Como en un laboratorio de alquimia, el cocinero y el artista han transformado sus materias primas en una creación que marca el tránsito de la naturaleza a la cultura.
El museo Thyssen-Bornemisza ha dado un paso audaz hacia la intersección entre el arte y la gastronomía, colaborando con algunos de los principales chefs de España, para crear una experiencia culinaria única, llamada “El Thyssen en el plato”, un recetario que presenta 25 platos creados por reconocidos cocineros inspirados en obras de arte del museo.
Andoni Luis Aduriz, Juan Mari Arzak, Martín Berasategui, Ángel León y Quique Dacosta, son los chefs que forman parte de esta audaz interpretación, ellos han seleccionado una obra de arte del museo y han creado, a partir de ella, una receta muy creativa.
TEXTURAS Y COLORES EN EL PLATO
La inspiración no se limita a una traslación literal de la obra al plato, sino que los chefs se han dejado guiar por temas, texturas y colores presentes en las pinturas.
Por ejemplo, Martín Berasategui se inspira en un paisaje de Jacob Philipp Hackert para crear una chuleta de cordero con suero de parmesano; y Quique Dacosta elabora un postre, que retrata de una obra de Max Beckmann.
Pero, este no es el único guiño que la pinacoteca ofrece al visitante, donde podemos encontrar además un recorrido gastronómico a través de su impresionante colección permanente y del espacio Delicathyssen, un rincón en su tienda donde se pueden adquirir productos locales como aceites, chocolates, vinos y conservas.
Son 17 las obras, que nos ayudan a entender esta conexión íntima entre dos artes que juntos aportan un enorme estímulo para el paladar y un festín para la mirada.
Del barroquismo de La dama de París Bordone sujeta con una cadena a un mono, animal que se asoció tradicionalmente al sentido del gusto y se convirtió en emblema de la gula, al plato de lentejas que aparecen asociadas a una rodaja de limón, de la obra Esaú vendiendo su primogenitura de Henchick ter Brugghen, clara representante de los artistas septentrionales por los efectos de la iluminación artificial, donde se observa ese uso combinado de alimentos que facilita la asimilación de las proteínas gracias a la necesaria vitamina C.
Tres experiencias que invitan a observar la presencia de las artes culinarias más allá de un sentido estrictamente nutricional y que hacen imprescindible una visita de cultura gastronómica a este museo.