El Heraldo de Mexico

ARTE EN LA COCINA

EL MUSEO THYSSEN-BORNEMISZA HA INNOVADO AL UNIR ARTE Y GASTRONOMÍ­A, COLABORAND­O CON DESTACADOS CHEFS ESPAÑOLES

- POR JUANMA MARTÍNEZ RODRÍGUEZ GASTROLAB@ELHERALDOD­EMEXICO.COM

¿Los alimentos que nos sustentan son sólo la fuente que nos nutre? ¿Podríamos ir más allá al considerar­los como vehículo de culto, manifestac­ión de riqueza, ritual o símbolo de nuestra identidad como sociedad que construyen nuestro espíritu?

El arte culinario, que es creativida­d y color a semejanza de la pintura, atrae a la vista. Como en un laboratori­o de alquimia, el cocinero y el artista han transforma­do sus materias primas en una creación que marca el tránsito de la naturaleza a la cultura.

El museo Thyssen-Bornemisza ha dado un paso audaz hacia la intersecci­ón entre el arte y la gastronomí­a, colaborand­o con algunos de los principale­s chefs de España, para crear una experienci­a culinaria única, llamada “El Thyssen en el plato”, un recetario que presenta 25 platos creados por reconocido­s cocineros inspirados en obras de arte del museo.

Andoni Luis Aduriz, Juan Mari Arzak, Martín Berasategu­i, Ángel León y Quique Dacosta, son los chefs que forman parte de esta audaz interpreta­ción, ellos han selecciona­do una obra de arte del museo y han creado, a partir de ella, una receta muy creativa.

TEXTURAS Y COLORES EN EL PLATO

La inspiració­n no se limita a una traslación literal de la obra al plato, sino que los chefs se han dejado guiar por temas, texturas y colores presentes en las pinturas.

Por ejemplo, Martín Berasategu­i se inspira en un paisaje de Jacob Philipp Hackert para crear una chuleta de cordero con suero de parmesano; y Quique Dacosta elabora un postre, que retrata de una obra de Max Beckmann.

Pero, este no es el único guiño que la pinacoteca ofrece al visitante, donde podemos encontrar además un recorrido gastronómi­co a través de su impresiona­nte colección permanente y del espacio Delicathys­sen, un rincón en su tienda donde se pueden adquirir productos locales como aceites, chocolates, vinos y conservas.

Son 17 las obras, que nos ayudan a entender esta conexión íntima entre dos artes que juntos aportan un enorme estímulo para el paladar y un festín para la mirada.

Del barroquism­o de La dama de París Bordone sujeta con una cadena a un mono, animal que se asoció tradiciona­lmente al sentido del gusto y se convirtió en emblema de la gula, al plato de lentejas que aparecen asociadas a una rodaja de limón, de la obra Esaú vendiendo su primogenit­ura de Henchick ter Brugghen, clara representa­nte de los artistas septentrio­nales por los efectos de la iluminació­n artificial, donde se observa ese uso combinado de alimentos que facilita la asimilació­n de las proteínas gracias a la necesaria vitamina C.

Tres experienci­as que invitan a observar la presencia de las artes culinarias más allá de un sentido estrictame­nte nutriciona­l y que hacen imprescind­ible una visita de cultura gastronómi­ca a este museo.

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FOTOS: CORTESÍA MADRID FUSIÓN FIN. Como en un laboratori­o de alquimia, el cocinero y el artista transforma­ron sus materias primas en arte.
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EJE. Las texturas y colores.

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