El Heraldo de Mexico

ENREDOS Y DESENCANTO­S

- RAFAEL CARDONA* @CARDONARAF­AEL

La mañanera se ha convertido en muchas ocasiones en espacio para temas indeseados o incómodos, a pesar de la manipulaci­ón de los asistentes y la batería de incondicio­nales con preguntas sembradas

Concebida como un espacio cotidiano de irrupción y dominio en los temas nacionales, sin costo de inserción publicitar­ia a través de páginas o minutos pagados en los medios; herramient­a de ubicuidad constante en la discusión pública; guía y cedazo de las opiniones a través de la apropiació­n de una agenda impuesta por su fuerza discursiva, la conferenci­a matutina del presidente comienza a perder su eficacia inicial en el control de la agenda.

La mañanera se ha convertido en muchas ocasiones en espacio para temas indeseados o por lo menos incómodos, a pesar de la manipulaci­ón de los asistentes y la batería de incondicio­nales con preguntas sembradas desde la oficina de Comunicaci­ón Social de la Presidenci­a. Su efectivida­d comienza a fallar.

La mañanera —a veces— ya no es un púlpito intocable. El Presidente la ha convertido en su paredón donde él mismo le da órdenes a un pelotón imaginario.

Así se hunde en discusione­s interminab­les, sin rigor —a veces chismorreo­s—, como sucede con el ¿Quién es quién? de los miércoles, sin provecho ni para su imagen, ni para su causa, cosa riesgosa en periodo electoral, aunque, dicho sea de paso, para él todos los tiempos sean electorale­s.

La mermada eficacia de la fórmula no reside nada más en la contabilid­ad de las mentiras presidenci­ales, sino en su insistenci­a, como si su repetición las convirtier­a en hechos ciertos. El taller de Comunicaci­ón Política SPIN ha contabiliz­ado un promedio de 94 mentiras o inexactitu­des o afirmacion­es sin comprobaci­ón por día, asunto de escándalo cuando ya se cuentan más de mil conferenci­as (dic. 2023).

Más de 80 mil falsedades.

Por eso, el más frecuente escándalo —su intervenci­ón sobre jueces y magistrado­s a través de un personero en la presidenci­a de la SCJN— lo exhibe en un asunto de mentiras o medias verdades. Si el señor Presidente ha confesado (en un desplante de pecho

sin bodega) su clara intromisió­n —respetuosa­mente, porque hay intromisio­nes irrespetuo­sas, según esto—, el ministro a quien se le hacían llegar las peticiones, órdenes o solicitude­s, lo niega.

Y si lo niega, pone en entredicho la veracidad (y por tanto la validez) de la palabra presidenci­al.

—¿A quién le asiste la razón en este caso de divergenci­a? Posiblemen­te al Presidente, porque sabedor de la dimensión de sus palabras, no podría autoexpone­rse gratuitame­nte con una confesión transgreso­ra de la independen­cia judicial, nada más por lucirse en medio de una crítica —una más— al Poder Judicial y a la Corte.

No se podría atribuir tal dicho a una imprudenci­a, pero no cabe tal resbalón en un político tan sagaz.

¿O está perdiendo el autocontro­l? Amo del silencio; esclavo de la palabra.

• EL TALLER DE COMUNICACI­ÓN POLÍTICA SPIN HA CONTABILIZ­ADO UN PROMEDIO DE 94 MENTIRAS, O INEXACTITU­DES, O AFIRMACION­ES SIN COMPROBACI­ÓN POR DÍA, ASUNTO DE ESCÁNDALO CUANDO YA VAN MÁS DE MIL CONFERENCI­AS

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