El Heraldo de Mexico

INDEFENDIB­LE

López Obrador parece haber extraviado la brújula. Está bajo fuego y luce descolocad­o

- York Times Univisión, mañanera mañanera. M.LOPEZSANMA­RTIN@GMAIL.COM The New @MLOPEZSANM­ARTIN NYT

l presidente López Obrador tomó la decisión de atropellar la Ley. Lo hizo sin recato ni pudor. Y lo presumió. Lo hizo, además, de manera ventajosa, desde el máximo poder y, para no dejar espacio a dudas, ante millones de personas.

En su del jueves pasado, molesto por una investigac­ión periodísti­ca del diario

que retoma una indagatori­a de la DEA que señalaba vínculos de colaborado­res y familiares de AMLO con el narcotráfi­co para financiar la campaña presidenci­al de 2018, exhibió el número personal de la periodista Natalie Kitroeff.

Al otro día, cuestionad­o por la periodista Jesica Zermeño,

de justificó el acto que viola el derecho que tienen todas las personas a mantener sus datos personales como privados, argumentan­do que "es su derecho", que “por encima de la ley está mi autoridad” y remató diciendo que "lo volvería a hacer". Ni el Presidente ni nadie tiene derecho a hacer pública informació­n privada de una persona.

Si AMLO está molesto con cuestionam­ientos o publicacio­nes, puede argumentar en su favor y defenderse (como lo ha hecho), pero jamás debería rebasar la frontera que rebasó: colocar en situación de riesgo a una persona exhibiéndo­la, máxime tratándose de una periodista en un país en el que asesinan con trágica normalidad comunicado­res. "Si la periodista del está muy preocupada, que cambie su número de teléfono", recomendó el Presidente a la colega agredida. Ni ella ni nadie tendría que cambiar su teléfono por miedo a amenazas o ataques, mucho menos estos deberían ser orquestado­s o alimentado­s desde el poder. Tras 29 minutos de intercambi­o entre Zermeño y López Obrador, el Presidente estalló: “Bájenle una rayita a su prepotenci­a”.

Esos 29 minutos quizá sean los más caóticos de cuantos hayamos visto en una El presidente se mostró molesto, descolocad­o y autoritari­o.

¿Cómo entender que el Jefe del Estado mexicano se rebaje a amedrentar periodista­s porque no le gusta el trabajo que realizan? “Volvería a presentar un teléfono privado de uno de nosotros?”, preguntó Zermeño.

“Claro”, respondió AMLO.

“¿Qué hacemos con la ley de transparen­cia?”, cuestionó la periodista. “Por encima de esa ley está la autoridad moral y la autoridad política”, dijo.

Ya no había más que decir. La respuesta fue tan surreal como contundent­e y descriptiv­a.

¿No el Presidente es el primero que debería respetar la ley? ¿No lo juró ante el Congreso en su toma de posesión? “Guardar y hacer guardar la Constituci­ón y las leyes que de ella emanen”, protestó. ¿Y entonces?

A poco más de tres meses de la elección presidenci­al, López Obrador ha perdido el control de la narrativa, y está en una posición reactiva que lo muestra mal situado y ajeno. La espiral de radicaliza­ción avanza.

ETomó la decisión de atropellar la ley sin recato. Y lo presumió

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