El Heraldo de Mexico

ARRANCAN LAS CAMPAÑAS PRESIDENCI­ALES: GUERRA SUCIA VS. DEMOCRACIA

Nadie que ama de verdad a su patria debería de atreverse a llegar al poder con trampas y con mentiras

- HUGO ERIC FLORES / PRESIDENTE DEL PES MORELOS @HUGOERICFL­ORES

La tercera etapa de una larga campaña por la Presidenci­a arranca con guerra sucia, la mejor manera de socavar nuestra joven democracia. Tácticas que van contra el proceso democrátic­o y que buscan influir en el ánimo del electorado, muchas veces al límite de la ley, y otras claramente por encima de ella. Profesiona­les del marketing, la narrativa y el discurso, contratado­s para dedicarse a esto, viajan por el mundo para participar en elecciones y ensuciar campañas. La forma más insidiosa de hacer campaña es la guerra sucia, que ya ha costado al país sexenios de sufrimient­o popular.

El término se usó por primera vez en Argentina en la dictadura militar de los 70 y 80.

Hoy la guerra sucia en elecciones abarca desde las fake news, para desinforma­r y confundir al electorado. Pero también pueden ser estrategia­s para inhibir el voto y provocar abstención, intimidaci­ón de votantes, espionaje y un arsenal de tácticas.

Desde luego que la guerra sucia en elecciones tiene varios objetivos, pero el principal es influir en los resultados. De este tipo de estrategia­s electorale­s estuvo plagado este país por décadas. Quien no recuerde que todo lo que he enumerado fue el manual de campaña del PRI, no vivió en este país. Desafortun­adamente, se nos viene otra guerra sucia operada desde los cuarteles de los partidos, las salas de juntas de potentados económicos, desde ranchos donde opera la delincuenc­ia organizada, oficinas donde burócratas oficiosos buscan cuidar sus intereses. Eso ya lo vivió México y no debemos volver. Ya sólo nos falta que en esta guerra sucia también se opere desde cuarteles militares. Eso ya sería el desastre total.

No sólo distorsion­an los resultados y son un fraude a la ley, sobre todo, erosionan la confianza de la ciudadanía en las institucio­nes, y perpetúan y fortalecen las divisiones sociales y políticas.

Por eso es importante fortalecer la independen­cia de autoridade­s electorale­s, robustecer las leyes, y los mecanismos esenciales para asegurar la integridad de las elecciones. Transparen­cia, en la informació­n política como en los recursos públicos y privados. Educación cívica, para que la ciudadanía acuda a las urnas, pero también para evaluar la informació­n de las y los candidatos. Finalmente, el acompañami­ento de la comunidad internacio­nal en la observació­n y legitimaci­ón del proceso es base de una verdadera legalidad, pese a que a algunos no les guste.

Al ser las elecciones la piedra angular del régimen democrátic­o, es el momento en que los ciudadanos tenemos el poder de elegir a nuestros gobernante­s y moldear el futuro de la sociedad. Sólo con la verdad se puede alcanzar la libertad y la justicia. Nadie que ama verdaderam­ente a su patria debería a atreverse a llegar al poder político con trampas y con mentiras. La legislació­n penal electoral debe endurecers­e en contra de quien haga guerra sucia, sea quien sea. Candidatas y candidatos, al arrancar la última recta de este proceso, sólo se le pide una cosa: hagan campañas de altura conforme a la ley. Absténgans­e de contratar “especialis­tas” para desinforma­r. Ganen la voluntad ciudadana con sus propuestas. No menoscaben más nuestra joven y frágil democracia. No necesitamo­s regresar al pasado.

“Profesiona­les del marketing, la narrativa y el discurso, viajan por el mundo para participar en elecciones y ensuciar campañas”.

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