ARRANCAN LAS CAMPAÑAS PRESIDENCIALES: GUERRA SUCIA VS. DEMOCRACIA
Nadie que ama de verdad a su patria debería de atreverse a llegar al poder con trampas y con mentiras
La tercera etapa de una larga campaña por la Presidencia arranca con guerra sucia, la mejor manera de socavar nuestra joven democracia. Tácticas que van contra el proceso democrático y que buscan influir en el ánimo del electorado, muchas veces al límite de la ley, y otras claramente por encima de ella. Profesionales del marketing, la narrativa y el discurso, contratados para dedicarse a esto, viajan por el mundo para participar en elecciones y ensuciar campañas. La forma más insidiosa de hacer campaña es la guerra sucia, que ya ha costado al país sexenios de sufrimiento popular.
El término se usó por primera vez en Argentina en la dictadura militar de los 70 y 80.
Hoy la guerra sucia en elecciones abarca desde las fake news, para desinformar y confundir al electorado. Pero también pueden ser estrategias para inhibir el voto y provocar abstención, intimidación de votantes, espionaje y un arsenal de tácticas.
Desde luego que la guerra sucia en elecciones tiene varios objetivos, pero el principal es influir en los resultados. De este tipo de estrategias electorales estuvo plagado este país por décadas. Quien no recuerde que todo lo que he enumerado fue el manual de campaña del PRI, no vivió en este país. Desafortunadamente, se nos viene otra guerra sucia operada desde los cuarteles de los partidos, las salas de juntas de potentados económicos, desde ranchos donde opera la delincuencia organizada, oficinas donde burócratas oficiosos buscan cuidar sus intereses. Eso ya lo vivió México y no debemos volver. Ya sólo nos falta que en esta guerra sucia también se opere desde cuarteles militares. Eso ya sería el desastre total.
No sólo distorsionan los resultados y son un fraude a la ley, sobre todo, erosionan la confianza de la ciudadanía en las instituciones, y perpetúan y fortalecen las divisiones sociales y políticas.
Por eso es importante fortalecer la independencia de autoridades electorales, robustecer las leyes, y los mecanismos esenciales para asegurar la integridad de las elecciones. Transparencia, en la información política como en los recursos públicos y privados. Educación cívica, para que la ciudadanía acuda a las urnas, pero también para evaluar la información de las y los candidatos. Finalmente, el acompañamiento de la comunidad internacional en la observación y legitimación del proceso es base de una verdadera legalidad, pese a que a algunos no les guste.
Al ser las elecciones la piedra angular del régimen democrático, es el momento en que los ciudadanos tenemos el poder de elegir a nuestros gobernantes y moldear el futuro de la sociedad. Sólo con la verdad se puede alcanzar la libertad y la justicia. Nadie que ama verdaderamente a su patria debería a atreverse a llegar al poder político con trampas y con mentiras. La legislación penal electoral debe endurecerse en contra de quien haga guerra sucia, sea quien sea. Candidatas y candidatos, al arrancar la última recta de este proceso, sólo se le pide una cosa: hagan campañas de altura conforme a la ley. Absténganse de contratar “especialistas” para desinformar. Ganen la voluntad ciudadana con sus propuestas. No menoscaben más nuestra joven y frágil democracia. No necesitamos regresar al pasado.
“Profesionales del marketing, la narrativa y el discurso, viajan por el mundo para participar en elecciones y ensuciar campañas”.