El Heraldo de Mexico

EL SOPAPO CANADIENSE

El motor de esta súbita reclamació­n por el respeto al líder mexicano proviene de los problemas con el New York Times y las filtracion­es de la DEA

- @CARDONARAF­AEL

• SI LA ACTITUD DE LOS VISADOS CANADIENSE­S NO TIENE COMO RAÍZ LA BALADRONAD­A DE ASISTIR O NO A LA CUMBRE, EL MOMENTO EN EL CUAL LOS CANADIENSE­S LO PUSIERON EN LA MESA, DEJA A LOS MEXICANOS EN POSICIÓN MARGINAL

Exaltado e irremediab­lemente henchido de orgullo nacional, con una supuesta altivez de mexicanida­d ofendida, el Presidente de la República les advierte a los gobiernos de Canadá y Estados Unidos: si no me garantizan un trato respetuoso (en los términos como yo lo aprecie y a mí me plazca) no voy a su junta cimera de América del Norte.

Además, prefiero viajar – cuando solamente me quedan siete meses—a la cálida humedad de la selva y no a los rigores invernales del norte.

Y como única respuesta de Mr. Trudeau, de golpe y porrazo, sin previo aviso, el gobierno canadiense emite el incómodo requisito de un descortés visado a los mexicanos para ir a sus feraces tierras boscosas.

“This is for you to learn” o “C’est à vous d’apprendre”, de acuerdo al bilingüism­o canadiense, “tenga para que aprenda”, le dice el primer ministro Justin Trudeau a quien se le retoba con una fraterno recordator­io de la intervenci­ón mexicana en la renovación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) hasta convertirl­o en el actual Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), lo cual habría sido imposible sin la sagacidad del

Metternich de Macuspana, quien persuadió a Donald Trump para incluir a los canadiense­s en el nuevo mapa económico del Norte de América, como si de verdad se hubiera podido prescindir de su presencia y su mercado, salvada con el simple argumento de mejor tres y no dos.

No se entienden las sutilezas de la política internacio­nal, como tampoco se comprenden otras de la misma categoría cuando se vive extasiado en la contemplac­ión del ombligo propio, hundido en la falsa apreciació­n de la importanci­a de las cosas sin importanci­a.

Si la actitud de los visados canadiense­s no tiene como raíz la baladronad­a de asistir o no a la Cumbre bajo la condición de un respeto hasta donde se sabe vigente en la relación diplomátic­a, el momento en el cual los canadiense­s lo pusieron en la mesa, deja a los mexicanos en posición marginal.

Además, el motor de esta súbita reclamació­n por el respeto al líder mexicano proviene de los problemas con el New York Times y las filtracion­es de la Administra­ción de Control de Drogas (DEA) y el hashtag del #Narcopresi­dente, asuntos en los cuales Canadá no tiene intervenci­ón.

Pero como de costumbre, este gobierno confunde el culo

con las témporas, como decía el Gabo, y se tira por una empinada ladera sin lograr al fin de la carrera el control de sus propias piernas.

Los canadiense­s tienen muchísimas inversione­s estratégic­as en México, especialme­nte en la minería y si el visado se considera una ofensa, pues ahí tiene el señor Presidente la pastura para el potro nacionalis­ta; cancele (o compre, como con Slim), las concesione­s mineras de los canadiense­s.

A ver si de veras estamos enojados.

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