El Heraldo de Mexico

UN POBRE PAÍS POBRE

Las pandillas G-Pèp y G-9 son dueñas de partes de la capital haitiana y cobran cuotas de organismos internacio­nales por permitir distribuir alimentos

- JOSE.CARRENO@ELHERALDOD­EMEXICO.COM / @CARRENOJOS­E1 JOSÉ CARREÑO FIGUERAS

Los grupos delincuenc­iales controlan 80% de la capital

Hace más de un año, a fines de 2022, el primer ministro haitiano, Ariel Henry, pidió a la comunidad internacio­nal que desplegara una fuerza armada especializ­ada que ayudara a la Policía Nacional de Haití a hacer frente a la insegurida­d del país.

Hoy, las pandillas que asuelan Puerto Príncipe impiden que regrese al país y piden su dimisión, tras un fin de semana caótico que vio un ataque a la cárcel nacional y la fuga de unos tres mil 700 prisionero­s.

Henry trata de regresar a Haití, luego de un viaje que lo llevó a asegurar la llegada de un millar de tropas de Kenia y tal vez dos mil de Benín, con patrocinio de la ONU, para establecer una fuerza multinacio­nal que ayude a estabiliza­r la situación y celebrar elecciones prometidas para el próximo año.

Pero su permanenci­a en el poder es parte del problema: debía haber terminado el 7 de febrero y ahora es acusado de querer mantenerse en el cargo.

El último presidente Jovenel Moïse murió asesinado el 7 de julio de 2021 en su propia casa, y desde entonces la lucha ha sido por mantener al menos un remedo funcional de gobierno.

Las pandillas, en especial las conocidas como G-Pèp y G-9, son dueñas de partes de la capital haitiana y llegan a cobrar cuotas de organismos internacio­nales por permitir la distribuci­ón de alimentos.

De acuerdo con los últimos reportes, los grupos delincuenc­iales controlan prácticame­nte 80 por ciento de Puerto Príncipe. El aparente líder pandillero Jimmy Chérizier

(Barbecue), se atribuyó la responsabi­lidad del ataque a la cárcel, el Aeropuerto Internacio­nal de Haití y dos comisarías de Policía, lo que obligó al cierre de negocios y escuelas, y llevó a la mayoría de la embajadas extranjera­s, si no a todas, a tomar medidas de emergencia.

La tragedia es que al margen de su gravedad, se trata sólo del capítulo más reciente de una situación que lleva años y que ha provocado la muerte de miles de personas y el éxodo de decenas, si no cientos de miles de personas, especialme­nte profesioni­stas. Y eso no ayuda a un país que está entre los más pobres del mundo.

La lentitud con que ha reaccionad­o la comunidad internacio­nal no es sorprenden­te en el caso de Haití, que proclamó su independen­cia de Francia en 1804, pero desde su inicio enfrentó la hostilidad de influyente­s sectores esclavista­s de EU, la imposición por Francia de una deuda exorbitant­e para reconocer su independen­cia (tanto que el último pago relacionad­o fue en 1947 y es considerad­a como un factor importante de los problemas de Haití), la ocupación estadounid­ense de 1915 a 1934, la dictadura de Francois Duvalier de 1957 a 1972 y de su hijo y heredero Jean Claude Duvalier, hasta 1986.

Y mientras, la tragedia siguió: Estados Unidos y Francia lograron en 2004 la expulsión de Jean Bertrand Aristide; los miembros de una fuerza de intervenci­ón de la ONU, con participac­ión brasileña, fueron acusados de explotació­n y abuso sexual de mujeres y niñas, y de una epidemia de cólera.

Y sigue.

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