El llamado “Super Tuesday” dejó claro que la contienda será otra vez entre dos viejos rivales: Trump y Biden
Cuando tomó posesión como presidente en su desastroso primer término, Donald Trump pintó un panorama sombrío, hablando de carnicería, violencia, destrucción. Los votantes eligieron reemplazarlo con Joseph Biden, quien a pesar de haber sacado adelante temas como la economía (ante una posible recesión y una inflación rampante) es visto como demasiado viejo o no apto para reelegirse.
El lunes la Suprema Corte por unanimidad declaró que Trump debía estar en las boletas electorales de todos los estados. Poco antes había aceptado “escuchar” el caso federal que lo acusa de insurrección, logrando indirectamente que tal juicio probablemente no ocurra antes de las elecciones o nunca. Ese es el verdadero apocalipsis anunciado, la profunda guerra antidemocrática que su regreso a la Casa Blanca supone.
El llamado Super Tuesday, sin embargo, dejó claro con la salida de Nicky Hailey, que la contienda será otra vez entre los dos viejos rivales. Una parte del electorado que votó por Biden y que no se define como demócrata leal, a decir del analista electoral Nathan Cohen, lo está abandonado y una reciente encuesta coloca a Trump ya por encima de Biden por dos dígitos. Por supuesto que muchas cosas pueden cambiar de aquí a noviembre, pero un segundo término de Trump es más que posible. Seis estados —aunque Biden ganase, como Hilary Clinton el voto popular— van a decidir de nuevo el rumbo de Estados Unidos y del mundo.
Tras el Super Tuesday de 2024, el discurso de victoria de Donald Trump en Mar-a-Lago captó la atención tanto de sus seguidores como de sus críticos, resaltando su resiliencia e influencia continua dentro del Partido Republicano a pesar de enfrentar importantes desafíos legales y políticos.
En su discurso triunfalista del martes por la noche en Mar-aLago, Trump se presentó como una víctima de persecución política, enfatizando su compromiso de defender la nación contra lo que él considera fuerzas destructivas. Este mensaje encontró eco entre su audiencia, generando un ambiente de exaltación en un contexto cargado de complejidades legales y controversias relacionadas con su presidencia y sus actividades posteriores, como el haber retenido documentos secretos, uno de los crímenes por el que se persigue al único presidente dos veces encontrado culpable en sendos juicios políticos.
Trump no podía dejar pasar la oportunidad, y se refirió a esas controversias utilizando una narrativa que buscaba deslegitimar investigaciones en curso y criticar el panorama político asumiéndose como el chivo expiatorio de una persecución sin precedentes. La mentira, una de sus armas, le permitió proferir afirmaciones sobre su derecho a desclasificar documentos.
Faltan algunos juicios para Trump, al menos locales (uno federal, el de los documentos sustraídos), quizá ninguno logre ya tambalear su candidatura y eventual triunfo en un país que olvida muy rápidamente. Un sector enorme del electorado recién encuestado opina, por ejemplo, que la economía estaba mejor con él que con Biden. Ojalá, por el bien de todos, no llegue ese apocalipsis anunciado.
“Una reciente encuesta coloca a Trump ya por encima de Biden por dos dígitos. Por supuesto que muchas cosas pueden cambiar...”.