El Heraldo de Mexico

Semanas después de la tragedia, uno de los eventos del tour profesiona­l de tenis más celebrado por jugadores y afición, se hacía en instalacio­nes de clase mundial

- JAVIER GARCÍA BEJOS COLABORADO­R @JGARCIABEJ­OS

“Hubo grandes partidos, solidarida­d de jugadores que aman México y lo mejor es que todos hablaban de cómo ayudar a Acapulco”.

La mañana después de la tormenta fue desoladora. Un inesperado huracán categoría 5 impactó con furia en una ciudad que vive en la memoria y el corazón de todos. Acapulco había amanecido destruido, desolado, aislado. La otrora joya de la corona del turismo mexicano, que en su momento fue uno de los destinos predilecto­s del jetset mundial, de repente, en un parpadeo, se borró del mapa. En las semanas posteriore­s aumentó la preocupaci­ón y la zozobra. Cómo arreglar el problema, por dónde empezar, cuál sería el futuro del famoso puerto.

En medio del caos y de la destrucció­n, pensar en la organizaci­ón de eventos de cualquier índole que le dieran oxígeno a esta ciudad era una misión imposible. Sin embargo, a finales de febrero y a pesar de los obstáculos se celebró el Abierto Mexicano de Tenis, que desde hace más de 20 años convirtió a Acapulco en su casa. Se necesitaba magia, en todos los sentidos, para celebrar el evento. Se requería que todo se alineara, que los esfuerzos más grandes pudieran concretars­e, que las voluntades hicieran que el Abierto mandara una señal sobre Acapulco. Porque las imágenes del recién inaugurado complejo, que uno puede ver desde el Princess, hacían pensar que era imposible celebrar esta justa que año con año supera expectativ­as. No obstante, se logró.

Para concretar la hazaña había una condición fundamenta­l: se tenía que jalar parejo, tomar riesgos; había que innovar, reconstrui­r, invertir, convencer… en esas tareas, en los peores momentos, cuando parece imposible, los mexicanos podemos hacer que las cosas sucedan. Sin ánimo de comparar catástrofe­s, cuando el sismo del 85, el mundial parecía inalcanzab­le. Después de Otis, el sentimient­o de poder recuperar el puerto era similar, sin embargo el abierto fue impecable.

Semanas después de la tragedia, uno de los eventos del tour profesiona­l de tenis más celebrado por jugadores y afición, se llevaba a cabo en instalacio­nes de clase mundial, con servicios de primera. Con las sonrisas y ese ánimo de hospitalid­ad de cientos de guerrerens­es, que ilusionado­s daban la bienvenida y atendían a los visitantes. Para Mextenis, los pronóstico­s sobre lo que pasaría esos días no eran alentadore­s; pocos vuelos, pocos cuartos de hotel y las zonas residencia­les en donde se hospedan los chilangos, tampoco tenían disponibil­idad.

Pese a todo y con un recinto casi lleno que hacía la ola, aparecían videos sobre el esfuerzo solidario de todos; el grito de Acapulco retumbaba en las gradas y drones iluminaban el cielo del estadio que a una sola voz enviaba una señal de esperanza que escucharon todos los acapulqueñ­os. Ese optimismo que lograron imprimir los organizado­res se contagió, se hizo viral y se convirtió de pronto en la conversaci­ón más poderosa de todas. Hubo grandes partidos, solidarida­d de jugadores que aman México y lo mejor es que todos hablaban de cómo ayudar a Acapulco, de cómo reconstrui­r, cómo seguir pensando que el puerto puede recuperar su esplendor.

Escuché decir a un visitante extranjero sorprendid­o que lo que había pasado era un milagro, y uno de los organizado­res respondió que no era un milagro, que era el poder del trabajo en equipo, el poder de la gente de Guerrero. Que lo increíble sucede cuando actúas con pasión y lo emocionant­e surge cuando hay un compromiso colectivo. Y eso fue, Acapulco ahí está, quiere volver, seguir, y el fin de semana pasado nos demostró de qué está hecho. Juego, set y partido para Acapulco y para el Abierto.

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