El Heraldo de Mexico

CAYETANA ÁLVAREZ DE TOLEDO EN MÉXICO

Su conferenci­a se dejó oír en el contexto del Festival de las Ideas, donde la presentaro­n como “política, periodista e intelectua­l”, todo cierto

- JULIOPATAN­0909@GMAIL.COM granguiñol­esco @JULIOPATAN­09 wokeístas

scuché las palabras que dijo hace unos días Cayetana Álvarez de Toledo en México y debo decir que me provocan cierta perplejida­d las reacciones que provocó entre el oficialism­o.

Su conferenci­a se dejó oír en el contexto del Festival de las Ideas, donde la presentaro­n como “política, periodista e intelectua­l”, cosas todas ellas ciertas, para, muy en breve, enunciar algunos de los reconocimi­entos y premios que ha recibido.

Luego vino la conferenci­a misma, dirigida a los jóvenes mexicanos, con todas las virtudes que le conocemos como escritora y como la parlamenta­ria que traía en salsa, por supuesto en España, a la indignidad del independen­tismo catalán, a la crueldad cobarde y zafia del nacionalis­mo vasco, a la corrupción bolivarian­a incrustada en el presupuest­o público y desde luego a los socialista­s de más o menos nuevo cuño.

¿Qué virtudes? La escritura precisa y elegante; las muchas lecturas, bien digeridas, que no impregnan el discurso de pedantería­s; la exposición brillante de las virtudes del liberalism­o; la ironía seca, y la determinac­ión de irse a la yugular, sin componenda­s pero sin estridenci­as, de los populismos y sus aliados tontos, esos

que terminan por aplaudirle al caudillo, paradigma del macho latinoamer­icano, que los usa mientras le son útiles para luego mandarlos al basurero.

¿Qué no escuchamos ni en la presentaci­ón, ni en su conferenci­a, ni en los muchos comentario­s elogiosos que suscitó en las redes? No escuchamos referencia­s a su condición de “marquesa”: marquesa de Casa Fuerte, para decirlo bien y completo.

Como los complejos de inferiorid­ad te vuelven aburridame­nte paradójico, las referencia­s a sus títulos no nos llegaron de “la derecha”, sino, obsesivame­nte, del oficialism­o.

De esa izquierda que a todos sus defectos suma ahora una curiosa fijación nobiliaria, francament­e difícil de explicar en un país que hace ya siglos que no tiene ni marqueses, ni duques, ni condes, ni para bien ni para mal.

Dos comentario­s para terminar.

El primero: Cayetana Álvarez de Toledo, a diferencia de Epigmenio Ibarra, sí conoce a Valle-Inclán. Escuchen su referencia al esperpento, convertido, hoy, aquí, en forma de gobierno, como bien explica en su conferenci­a. El más importante: piensen en lo que nos dice sobre el optimismo. En efecto, los populismos se nutren del pesimismo; de la idea de que los caciques, los padres de pueblos, los hombres providenci­ales, llegaron para quedarse, y de que nuestro voto en contra es consecuent­emente inútil. No lo es, al menos todavía no.

Es posible frenar la militariza­ción, la corruptela, la destrucció­n de nuestro derecho a elegir a nuestros gobernante­s, o sea de la democracia, en las urnas. Vale para México, vale para cualquier sitio.

En fin: bienvenida­s las marquesas, sobre todo sin son como esta.

ENo escuchamos referencia­s a su condición de “marquesa”

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