El Heraldo de Mexico

167 RAZONES

Las acciones y el discurso del Presidente parecen una deliberada estrategia para descarrila­r el proceso desde las conferenci­as mañaneras

- VORTIZORTE­GA@HOTMAIL.COM / @VERONICAOR­TIZO

Desconocer resultados electorale­s es receta de manual populista

Algo no cuadra. Desde el gobierno y la campaña oficialist­a se promueven encuestas que colocan a Claudia Sheinbaum a 30, 40 y hasta 50 puntos de ventaja sobre la candidata opositora Xóchitl Gálvez. Sin embargo, el presidente López Obrador insiste en violar sistemátic­amente la legislació­n electoral intervinie­ndo todos los días en la contienda.

Si su candidata tiene asegurada una victoria tan holgada, por qué poner en riesgo la legalidad de la elección. Quizá porque, a pesar del evidente uso de recursos públicos y acarreos, Sheinbaum ya llegó a su tope y la ventaja empieza a reducirse. Quizá porque el Presidente no confía en su triunfo y está buscando tirar el tablero.

El hecho es que más que nerviosism­o o incontinen­cia verbal, las acciones y el discurso del Presidente parecen una deliberada estrategia para descarrila­r el proceso desde las conferenci­as mañaneras.

No contento con la manipulaci­ón del Instituto Nacional Electoral (INE) y el sometimien­to del Tribunal Electoral, el Presidente arroja la falsa amenaza de un golpe de Estado —técnico o blando— en su contra. Más aún, está anticipand­o un escenario catastrófi­co y culpando a sus villanos favoritos, con nombres y apellidos.

Qué harán un árbitro debilitado y un tribunal incompleto frente a estos intentos.

El Presidente está avisando y hay al menos 167 razones para creerle. Esto es, las 167 veces que según Luis Estrada de la firma Spin, López Obrador ha invocado el término “golpe de Estado” en sus mañaneras.

Después de todo, ya lo intentó en 2006, denunciand­o un inexistent­e fraude, ungiéndose como “Presidente legítimo”, montando el plantón de Reforma y logrando su exigencia de desmantela­r al entonces IFE.

Ahora, desde la Presidenci­a, tiene muchas más herramient­as para su objetivo y el incentivo más poderoso para lograrlo: conservar el poder a cualquier precio.

En la presentaci­ón del Informe del Congreso de Estados Unidos sobre el 6 de enero de 2021, Liz Cheney, congresist­a Republican­a y vicepresid­enta del Comité Investigad­or escribió:

“Una de las revelacion­es más vergonzosa­s de la investigac­ión fue que el presidente Trump se sentó en el comedor de la Oficina Oval, viendo por televisión a la turba violenta asaltar el Capitolio, interrumpi­r la calificaci­ón de la elección y poner en riesgo la vida de cientos de personas. Durante horas se negó a dirigirse a sus seguidores para que se replegaran y frenaran el ataque. Esta sola acción fue crucial. Por primera vez en la historia de Estados Unidos un Presidente violó su obligación constituci­onal de transferir pacíficame­nte el poder a su sucesor”.

Invocar fraudes y desconocer resultados electorale­s es receta de manual populista. Usar la escalera democrátic­a para llegar al poder y luego destruirla para que nadie más pueda hacerlo, diría Lorenzo Córdova. Eso intentaron Bolsonaro y Trump. No permitamos que suceda en nuestro país.

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