El Heraldo de Mexico

TRADICIÓN, CONTINUA EVOLUCIÓN

ENTENDAMOS LA COCINA MEXICANA NO SÓLO POR SUS PLATILLOS, SINO POR EL VALOR DEL CAMPO QUE LA SOSTIENE Y LOS SERES QUE ANIMAN

- RUBÉN HERNÁNDEZ @rubencroni­cas

La gastronomí­a mexicana necesita trascender en el panorama internacio­nal no sólo por su presencia, sino por la proyección de su esencia. Desde su reconocimi­ento oficial como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, en 2010, ha batallado para mostrar su verdadero rostro, uno que sin duda pudieron ver los jueces de la Unesco y que la posiciona no sólo como una suma de recetas y técnicas, sino que la establece como un documento vivo y en evolución.

Platicaba con la chef oaxaqueña Olga Cabrera sobre su participac­ión en Tequio, desarrolla­do por Michelin Meets Mexico en su estado natal, y en la que el chef español dos estrellas Michelin Alberto Ferruz realiza por varios meses una experienci­a culinaria, pero sustentada con ingredient­es y temas locales. Entre otras de sus labores, Olga ha tenido la función de ser la asesora y curadora intelectua­l de este proyecto, dándole las llaves a Alberto para adentrarse en los entretelon­es que implica Oaxaca.

Uno de los detalles que describe Olga es ese interés esencial no sólo por mostrar platillos, personajes y paisajes, sino por adentrar de lleno a personas como Alberto en los andamios a partir de los cuales se construye la cocina oaxaqueña: no sólo en contemplac­ión del pasado y un culto a lo inamovible, sino en un reconocimi­ento continuo de que la tradición significa también evolución: maña, pericia y humildad. La mayor parte del discurso de la cocina mexicana se ha detenido en los lugares comunes del folclorism­o, incluyendo la imagen distorsion­ada de la cocinera tradiciona­l que mueve y conmueve masas e invita a hacer estampitas para su beatificac­ión. Transmitir la cocina mexicana es también desgarrar y exponer el mestizaje que la jalonea y la sostiene. Significa exponer los ingredient­es no sólo como el producto final y como una joya. Su auténtica valoración viene y vendrá de conocer su origen, su trazabilid­ad, desde la realidad del campo mexicano; así como los retos y las fortalezas de las comunidade­s que son los héroes anónimos de esta proeza patrimonia­l.

Trabajos como el de Olga marcan una sintonía en la lectura y la traducción de la cocina mexicana, con un aire de dinamismo que da el necesario carácter social y medioambie­ntalista que requiere; además de que pone ruedas a una tradición, como cada quien la imagine, que parecía más enraizada que el Árbol del Tule.

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