El Heraldo de Mexico

CROISSANTS FABULEUX

EN ESTE RECINTO PEQUEÑO, PERO MÁGICO, HE DESCUBIERT­O QUE LA SIMPLICIDA­D ES LA CLAVE DE LA PERFECCIÓN

- SANTIAGO GARRIDO @santgarrid­o GASTROLAB@ELHERALDOD­EMEXICO.COM

SU MASA, DELICADAME­NTE HOJALDRADA Y DORADA, SE DESHACE EN LA BOCA...

Mucho se ha hablado de las panaderías con largas filas en la colonia Roma, pero oculto a la vista de todos, en la esquina de Monte Líbano y Sierra Leona, está Odette. A través de los ventanales de cristal que protegen sus delicias dulces, Odette se encarga de elaborar lo que considero uno de los mejores croissants de nuestro país.

En este recinto pequeño, pero mágico, he descubiert­o que la simplicida­d es la clave de la perfección. En Odette, no lo dicen con palabras, pero su firma y el secreto de su elegancia radican en la simplicida­d. Aquí, menos siempre, es más. Los croissants de Odette son una obra maestra concebida en tierra azteca. Su masa, delicadame­nte hojaldrada y dorada, se deshace en la boca con cada mordida, revelando capas perfectame­nte laminadas y un interior tierno y esponjoso. El aroma a mantequill­a recién horneada y la sutil dulzura se entrelazan en cada bocado, creando una experienci­a que las palabras no pueden describir. Esta es sin duda una experienci­a que tiene que vivirse para entenderse. Pero la excelencia de un croissant va más allá de su apariencia y sabor.

En Odette, cada croissant se hornea con cuidado y precisión, siguiendo técnicas aprendidas y mejoradas que, después de mucho esfuerzo, su creadora aprendió y perfeccion­ó en el viejo continente. El resultado es pan que no sólo deleita los sentidos, sino que honra la tradición y el arte de la panadería francesa, elevada a un nuevo nivel lejos de su tierra natal. Cada visita a Odette es un viaje de deleite y descubrimi­ento. Desde el primer crujido hasta el último suspiro, cada croissant cuenta una historia de amor. Es un placer que se saborea en cada momento y que deja una impresión duradera.

Para los vecinos y no tan vecinos, aquí va mi recomendac­ión: hagan camino a esta esquina única, preferible­mente un día entre las ocho y media y las diez de la mañana, pidan un café y un croissant y den una vuelta por las callecitas entre sus subidas y bajadas). Regresen, dejen a un lado por sólo un momento la razón y pidan de sus charolas, hay de todo y para todos, llévenlo a casa y después su vida habrá cambiado, seas amante de los croissants o escéptico de ellos. ¡Buen provecho!

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