El chairo incomprensible
Uno puede e incluso debe entender a las personas de pocos dineros que votan por el obradorismo, se manifiestan por el obradorismo y se ponen –literalmente– camisetas del obradorismo; es decir, que defienden el estatus obradorista, porque el obradorismo les da una lana. No tomen esto como una defensa de los “programas sociales”, que no son sino la manera gandalla de garantizarse votantes que usa el populismo a costa del capitalismo productivo. Los programas acaban por costarle muy caro a las personas que viven en condiciones precarias o abiertamente pobres, porque lo que reciben en cash lo pierden sobradamente en medicina pública, educación o infraestructura. Pero la pobreza te condena a la inmediatez, y el obradorismo lo entiende. También es fácil entender a los que defienden al obradorismo porque hacen fortunas con él. Embolsarte 100 o 1000 millones en adjudicaciones directas a cambio de lo que sea, con una empresita creada ex profeso, nomás porque tienes el estatus y las amistades adecuadas, es una bajeza, pero es comprensible desde el cinismo.
Uno puede incluso entender a los que defienden obcecadamente al régimen porque no les ha significado dinero, pero sí poder, o una sensación de poder. Porque puedes meter ivermectina entre los pobres del mundo, porque te invitan a la pachanga en Palacio y a lo mejor te toca foto con el Tlatoani. Mandar y pertenecer es muy sabroso, aunque ni mandes ni pertenezcas tanto. Desde luego, uno puede entender a los de la cuna del resentimiento. A los que en una sociedad sana y competitiva no les hubiera tocado ni un saludo, por incompetentes; y aquí, porque la obediencia paga, te va un poco mejor de lo que te hubiera ido y de hecho te iba en el mundo libre. Piensen en el pobre diablo que cobra 10 mil pesitos por insultar opositores desde Boca del Río, o el monero que dibuja del nabo, o en los “periodistas” de la mañanera.
Lo difícil de entender, en términos de la sociología del chairismo, razonamiento que me robo sin pudores de mi amiga Paula Sofía Vásquez, es a ese sector que tiene credenciales académicas, que fue a estudiar al extranjero gracias al neoliberalismo y termina por defender posiciones infames. Los que, sin esta degradación, ganarían más o menos lo mismo en la academia o la IP, y publicarían una columnita y tendrían algún protagonismo en la radio y la TV, y en cambio deciden tirarse al piso, a ver si les toca quién sabe qué, a cambio de una defensa marrullera pero crecientemente abyecta del régimen y de una lanita que, la verdad, no alcanza para suicidarse de esa manera.
En fin, un apunte para la sociología del chairo.