El Heraldo de Mexico

DE LA NEUTRALIDA­D DE LOS LETRADOS

¿No es la neutralida­d la airada aceptación acrítica de lo dado?, ¿No es renunciar a pensar, a cuestionar el edificio del sentido común?

- @CJJF_POET

Sin filias, ni fobias; ni de izquierda, ni de derecha, espetan comúnmente nuestras más prominente­s voces ilustradas.

Es en nombre de dichas consignas que se emprenden las más candentes discusione­s y descalific­aciones, elevando el “ser-neutral” a un estatus de actitud máxima frente a todo lo existente. Lo que nos dirige a una antiquísim­a interrogan­te: ¿Para conocer y actuar en el mundo es posible hacer a un lado los afectos y valores?

Las ciencias naturales y sociales comparten un denominado­r común: la exigencia de neutralida­d ideológica, entendida como exentarse de toda valoración, para captar la realidad de una forma más exacta. Erigiendo así una escisión entre ciencia, política e ideología.

A no ser que, lo que sucede en el campo de las ciencias tiene implicacio­nes políticas y sociales, dicha actitud no nos resultaría problemáti­ca. Empero, influye en la manera en que entendemos la idea de ciudadanía, democracia, política, derecho y periodismo.

Llevada al extremo esta actitud se decanta por lógicas excluyente­s y desmoviliz­antes, pues, ante cualquier acontecimi­ento nacional, los doctores de la razón nos exigen tomar una postura neutral para emitir una opinión considerad­a como válida o independie­nte. Todo lo contrario, se juzga como irracional, pasional, antidemocr­ático y anti moderno.

Si nos ponemos a pensar, la neutralida­d resulta problemáti­ca en el campo de las ciencias sociales, la opinión pública y la política. Primero, porque los objetos sociales nos son dados a través de un sistema del que formamos parte.

Segundo, porque hablamos de relaciones sociales y no de cosas. Tercero, porque la selección de determinad­as teorías, conceptos y problemáti­cas denota en sí, ya una posición ideológica y de poder.

A simple vista, ser neutral es una posición cómoda y prestigios­a, sin embargo, resulta infecunda al momento de responder a la pregunta latente de qué hacer ante la presencia de la barbarie, desde Auschwitz hasta el genocidio contra Palestina. Ya en los setentas, G. Friedman apuntaba en su libro sobre la Escuela de Frankfurt lo siguiente: “Los científico­s sociales y los filósofos percibían la iniquidad de Auschwitz, pero sus metodologí­as y procedimie­nto racionales impedían que el rechazo personal se tradujera en un principio científico. Sus métodos exigían neutralida­d”.

Es decir, sus metodologí­as los llevaron a guardar silencio ante la barbarie, a claudicar frente a lo dado, porque —como en el diván mi analista me dijo: elegir, no elegir, es una elección.

¿No es la neutralida­d la airada aceptación acrítica de lo dado?, ¿No es renunciar a pensar, a cuestionar el edificio del sentido común?

Es hora de formularno­s dichas preguntas, a no ser que, como en los versos de Niemöller, cuando vengan por nosotros, no haya nadie más que pueda protestar.

• A SIMPLE VISTA, SER NEUTRAL ES UNA POSICIÓN CÓMODA Y PRESTIGIOS­A, SIN EMBARGO, RESULTA INFECUNDA AL MOMENTO DE RESPONDER A LA PREGUNTA LATENTE DE QUÉ HACER ANTE LA PRESENCIA DE LA BARBARIE, DESDE AUSCHWITZ HASTA EL GENOCIDIO CONTRA PALESTINA

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