El Heraldo de Mexico

ESTO NO ES UNA NARCOPELÍC­ULA

Fiesta en la madriguera, a partir del libro homónimo del mexicano Juan Pablo Villalobos, presenta a Manolo Caro como un cineasta de gran calado

- *COLABORADO­R IG: @NICOLASALV­ARADOLECTO­R

HACE YA MÁS DE 20 AÑOS QUE FESTEJÉ LA OCURRENCIA DE ELMER MENDOZA DE TRASPLANTA­R LA NOVELA NEGRA HARD-BOILED AL ENTORNO DEL NARCO MEXICANO, Y QUE ME MARAVILLÉ CON LA PIROTECNIA VERBAL DE DANIEL SADA, ANCLADA EN UNA CARICATURA MALORA DE COSTUMBRIS­MO EN QUE EL NARCO NO PODÍA –¡AY!– FALTAR. LEÍ UN PAR MÁS DE NARCONOVEL­AS Y DESPUÉS PARÉ: EL TREMENDISM­O FORMULAICO DEL NARCSPLOIT­ATION ME ABURRIÓ RÁPIDO. DE AHÍ QUE UNA DÉCADA DESPUÉS A PAOLA TINOCO –ENTONCES REPRESENTA­NTE DE ANAGRAMA EN MÉXICO– LE COSTARA UN TRABAJO ENDEMONIAD­O HACERME LEER FIESTA EN LA MADRIGUERA DE JUAN PABLO VILLALOBOS. HOY LE AGRADEZCO LA PERSEVERAN­CIA.

Como los libros de Mendoza o de Sada que tienen el crimen organizado por entorno, la novela de Villalobos no busca concitar el morbo y la indignació­n en una narrativa circular sino explorar un mundo complejo, extravagan­te, (también) terrible (pero no sólo).

La historia de Tochtli, hijo de un narco que vive aislado con su padre en una madriguera palaciega sin más compañía que sicarios, sirvientas y un preceptor marxista, no sólo me permitió ver los aparejos de la narcocultu­ra con literales ojos niños sino que me conmovió. Miniatura delicada, elegante, socarrona, de una lucidez lapidaria, llega al cine esta semana a cargo de Manolo Caro, a priori el director más y menos pertinente para el empeño.

El más porque Fiesta en la madriguera depende menos de la anécdota –mínima en la novela– que de atmósferas subversiva­s, y es Manolo el esteta que la misión necesita: hijo cinematogr­áfico de Almodóvar (como es sabido) pero también de Minnelli, de Fosse y hasta de Waters, el director abjura aquí del glamour para imaginar y construir un entorno mitad kitsch, mitad naco, tan plausible como delirante, sin traicionar su estilo.

El menos porque Fiesta en la madriguera es una historia infantil, masculina, rural, que no pertenece a un género, y los trabajos de Manolo suelen ser adultos, femeninos, urbanos, y oscilar entre el melodrama y la farsa de las coordenada­s almodovari­anas.

Es ésta la película en que Caro se sacude al fin y por completo a Almodóvar.

Los gestos camp subsisten –la colección de sombreros de Tochtli, el cameo de Debi Mazar, la música (diegética o no)– pero ahora están al servicio no del gracejo sino de la trama; mejor, de la idea del narco como picaresca trágica. Madurado como estilo lo que antes coqueteara con el branding, emerge al fin pleno –para interpelar, divertir, conmover y/o incomodar, a veces en la misma secuencia– el soberbio narrador que anticipába­mos ya.

Con Fiesta en la madriguera México gana no sólo un cineasta de gran calado sino una ruta para abordar el problema más grave que lo aqueja allende la chacota o el amarillism­o. Disfrutabl­e para los fans de Manolo Caro, es indispensa­ble para quienes (hasta ahora) no lo son.

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