Ante desapariciones, ineficacia e insensibilidad
A estas alturas del actual gobierno nadie duda que las promesas con las que el Presidente ganó la contienda en 2018 no las cumplió. En muchos casos realizó justo lo contrario: prometió devolver el Ejército a los cuarteles y deja al país con el mayor grado de militarización de la historia; prometió ser implacable contra la corrupción y termina con una de las mayores caudas de desvíos y operaciones sospechosas; ofreció transparencia y deja opacidad; prometió seguridad y deja un país lleno de dolor, lágrimas y sangre.
En la atención a víctimas alimentó su liderazgo enarbolando la bandera de la verdad y la justicia. En los hechos traicionó la palabra y su compromiso con colectivos de víctimas, particularmente con las familias de desaparecidos y con los padres de los estudiantes de Ayotzinapa. Sólo bajo esa lógica se explica que lejos de atender las exigencias, de dar más apoyo a las madres buscadoras y de poner al Estado mexicano al servicio de las víctimas, el “gobierno” haya optado por realizar un censo de desapariciones -utilizando a los “Siervos de la Nación” para hacer un registro de naturaleza policial- con el resultado de “borrar” de la lista a más de 15 mil personas, del número oficial de 110 mil no localizable. Al mismo tiempo se realizó un despido masivo en la Comisión Nacional de Búsqueda, empezando por su anterior titular.
El Presidente no ha ocultado su falta de empatía con las madres buscadoras, esas valientes mujeres que enfrentan las inclemencias del tiempo, la violencia del crimen organizado y la indiferencia de quien debería apoyarlas. Un caso emblemático es el de Cecilia Flores, quien ha buscado reunirse con él y sólo ha encontrado un muro retórico y el desdén burlón. En el caso de los jóvenes de Ayotzinapa tal parece que se ha decidido suscribir la “verdad histórica”, delineada en sus rasgos generales por el ex procurador Jesús Murillo Karam, quien, más allá de filias o fobias, es preso político del régimen.
Ante el panorama estamos obligados a reflexionar. El país padece una profunda herida y no podrá curarse si no se advierte un cambio. El dolor que se vive todos los días merece una respuesta seria y comprometida. Sale sobrando el chantaje y la impostura tan característicos de López Obrador y su movimiento. Es momento de que la realidad se abra paso por encima de los “otros datos”, la posverdad y el falso victimismo. Es momento de buscar la reconciliación nacional que solo podrá darse satisfaciendo las necesidades de justicia y reconocimiento que este “gobierno” negó sin mostrarse dispuesto a corregir el camino. No a la continuidad de la arrogancia y el desdén.