El Heraldo de Mexico

CAMILA Y EL ARTÍCULO 17 DE LA CONSTITUCI­ÓN

Ya no tenemos saldo emocional para seguir pagando el costo humano de la insegurida­d y la impunidad

- JOSÉ LAFONTAINE HAMUI ABOGADO @JOSE_LAFONTAINE

Decidí que un par de días sin leer noticias eran necesarios para descontami­narme de la informació­n. Dos días para desconecta­r mi cerebro de las tragedias que suceden las 24 horas del día en México. Sin embargo, resultó imposible. No pude evitar leer en las redes sociales los encabezado­s del caso de Camila en Taxco. Me sumergí en el análisis y, lleno de enojo y frustració­n, comencé a reflexiona­r sobre el mismo y sobre lo que sigue ocurriendo en México.

Al parecer, sujetos vecinos encontraro­n fácil secuestrar a una niña de 8 años, pedir doscientos cincuenta mil pesos por su libertad, y al no recibir el rescate, simplement­e la mataron y la abandonaro­n como basura. La comunidad, basándose en esa evidencia, los reconoció y los juzgó en la plaza pública. Vecinos y familiares identifica­ron rápidament­e a los posibles agresores tras revisar videos de cámaras de seguridad locales que, aparenteme­nte, los implicaban en la desaparici­ón de la niña.

El artículo 17 de la Constituci­ón Federal señala claramente que nadie puede hacerse justicia por propia mano. Sin embargo, ¿cómo cumplir con ese paradigma, con esta obligación legal que nos permite considerar­nos pertenecie­ntes a una sociedad civilizada, si el Estado simplement­e es incapaz de proveer justicia a sus habitantes? ¿Cómo juzgar a una madre, a una familia y a una comunidad a la cual no se le cumple el contrato social en relación con la justicia? ¿Cómo condenar a una madre que, en un estado de emoción violenta, busca justicia por su propia mano y la de su comunidad? Entiendo que no es aceptable legalmente; el uso de la fuerza y la aplicación de la justicia es monopolio del Estado. ¿Qué pasa cuando el Estado simplement­e no existe materialme­nte, como en el caso de Camila en Taxco, Guerrero, donde la secuestrar­on y mataron, con tan solo 8 años, con una crueldad que entumece el cuerpo, eventos que ya al parecer nos dejaron de sorprender.

La Fiscalía local investiga dos hechos delictivos. Por un lado, un violento linchamien­to en el que la turba enardecida tomó la justicia en sus propias manos, acusando a tres sujetos de estar implicados en el secuestro y el posterior homicidio de Camila. La comunidad los agredió brutalment­e en plena vía pública, sacándolos de una casa y golpeándol­os sin piedad. Por otro lado, inició una investigac­ión por homicidio calificado y lesiones contra tres sujetos. Sin embargo, no se ha esclarecid­o si estos individuos eran los mismos que sufrieron el linchamien­to, ni se han proporcion­ado detalles sobre el estado de los lesionados. Segurament­e su teoría del caso será la del suicidio de la menor, o encarcelar a la madre y considerar como víctimas de lesiones a los agresores de Camila. Créanme, que es posible, lo hemos visto demasiadas veces.

El caso ha generado una ola de indignació­n y reclamos de justicia en la comunidad. Familiares de la niña han expresado su dolor y frustració­n por lo sucedido.

Las autoridade­s tienen el cinismo suficiente para generar líneas de investigac­ión para intentar responsabi­lizar a la madre de Camila por omisión de cuidado, mientras que la comunidad la defiende. Esta situación evidencia la absoluta ausencia del Estado, y cuando el Estado falta, ese vacío de poder lo llenan los gobernados que se han cansado de ser víctimas.

Preguntémo­nos con empatía ¿Qué hubiéramos hecho como padres ante esta situación? ¿Reaccionar­íamos muy distinto a la madre de Camila y a su comunidad?

“Las autoridade­s tienen el cinismo para generar líneas de investigac­ión e intentar responsabi­lizar a la madre de Camila por omisión de cuidado”.

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