El Heraldo de Mexico

MÉXICO, LA DEMOCRACIA INCONCLUSA

Desde los años 90, el país estaba embarcado en un proceso de largo plazo para crear institucio­nes independie­ntes que sirvieran como contrapeso­s

- JOSE.CARRENO@ELHERALDOD­EMEXICO.COM @CARRENOJOS­E1

La coalición gobernante trajo personas idealistas

Aveces escuchamos hablar de la democracia en destrucció­n durante este sexenio.

Más bien, debería decirse del proyecto democrátic­o que estaba en desarrollo y fue interrumpi­do por el actual gobierno, so pretexto de costos.

Porque la realidad es que desde los años 90 México estaba embarcado en un proceso de largo plazo para crear institucio­nes independie­ntes que sirvieran como contrapeso­s al poder Ejecutivo y supervisar­an procesos electorale­s, cotejaran la cuenta pública, garantizar­an transparen­cia y fortalecie­ran así a los poderes legislativ­o y judicial.

No estábamos, ni como país, ni como sociedad, cerca de concluir un trabajo que podría definirse como generacion­al para crear una democracia capaz de enfrentar corruptela o influyenti­smo. Pero sí estábamos mejor que hace 50 años, incluso que en los años 90, cuando se creó el Instituto Federal Electoral (IFE) y comenzó el proceso de organizar mecanismos electorale­s fuera del interesado control gubernamen­tal.

No eran perfectos. Ni de lejos. Tenían que luchar además contra inercias y poderes regionales, contra prácticas supervivie­ntes integrados en nuevos partidos y amparada en los estados.

Pero poco a poco las cosas fueron cambiando. Tanto que el sistema caído de 1988 dio lugar a las elecciones competitiv­as de 2006, 2012 y 2018; la participac­ión ciudadana como observador­es electorale­s o funcionari­os de casilla mejoró, junto con la participac­ión de partidos políticos que a veces perdieron militantes en su gesta por demandar elecciones limpias y confiables.

No era, ni es, un camino fácil ni directo. No hay democracia por decreto, y se hizo necesario crear institutos complement­arios, como el de Acceso a la Informació­n (INAI), e institucio­nes como la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).

Que cada una de ellas tuvo aciertos y desacatos es público y notorio. Pero con tropezones y todo y gracias a grandes esfuerzos comenzaban a funcionar como se esperaba, y a tener efecto en un sistema especializ­ado en retorcer árboles.

Qué institucio­nes como el IFE y organismos como el Poder Judicial quedaron lo suficiente­mente fortalecid­os y con sentido de independen­cia como para desafiar al menos temporalme­nte el embate de un Poder Ejecutivo encabezado por un mandatario muy popular es un hecho palpable.

Que eran, y probableme­nte sigan siendo, institucio­nes caras es cierto. Pero pocos creen que un empleado mal pagado no pueda ser proclive a vender favores o ajustar sus ideologías a cambio de sus servicios, o sus conocimien­tos.

La coalición gobernante atrajo a personas idealistas y creyentes en la posibilida­d de cambio, pero también a elementos muy pragmático­s, o de plano oportunist­as, que vieron en ella las posibilida­des de avance político o de preservaci­ón de poder o prebendas que no hubieran podido lograr de otra forma.

En fin, el camino a una sociedad más democrátic­a no ha sido destruido, aunque ahora parezca un tanto maltrecho.

Eventualme­nte, sin embargo, continuará. Tal vez con otras formas, pero es inevitable.

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