PANTONE 17-3930
MI PALETA DE COLORES, TEMPORAL Y DE CICLOS ANUALES, OSCILA ENTRE LOS OCRES, LOS MAGENTAS, EL ANARANJADO Y, EN LAS TARDES CHILANGAS, EL COLOR JACARANDA
La escena era genial. Y los colores, un grupo de mujeres chinas y coreanas cubriéndose de la lluvia bajo un puente cantando de forma organizada. En onda gospel y aplaudiendo de forma sincronizada: you’re gonna here me roar. Los paraguas de colores, los tuppers con comida y la devoción por comer bien, la lluvia, lo inverosímil de Hong Kong, la serie me cautivó.
Expats, hay que verla. Me conmovió por rara, por ruda, por osada, colmada de humor negro, de amor, de desamor, de tristeza, de ficción, y, sobretodo y por eso lo cuento, llena de color.
Traigo colores en la cabeza, es mi forma de ser algunas semanas del año. Me vestí de verde y azul para comer con banqueros que les hace falta guía para la buena cosa -ya voy, ya voy-; busqué un kaftan anaranjado de seda para una fiesta en Londres y he visto muchísimos tonos de lilas.
Má, quizá son tan comunes para nosotros que quizá ya no apreciamos tanto su belleza, me dijo Leo sin dejar de ver las calles y pisos de la casa tapizadas de jacarandas que acababan de caer. No bonita, siempre nos parecerán hermosas, te lo prometo. Sonreímos.
Anaranjados y cobres, como la sobrasada que comí hace unos días, como las manitas de cangrejo que quiero hoy, y quizá un guisadito con masala, pimiento rojo y mucho cilantro fresco para romper con la monocromía, para sentir la acidez, para ser feliz.
Quería comprarme en Buenos Aires una boleadora de helado para hacer bolas enormes -de unos siete centímetros de diámetro- y se me olvidó. Pero con la mía, roja por cierto, haré bolas de helado de mango con cúrcuma de consistencia y sabor no sólo perfectos sino naranjas.
Ando desempolvando de una muy vieja carpeta de recetas familiares, la del chutney de la Tía Lulu -hawaiana-, y, aunque para mi gusto tiene mucho clavo, con ajustes, mango fresco además del convertido en mermelada y con mis naranjitas chinas de maceta, hará magia. Porque la magia me está tarareando al oído gracias a la vida que me ha dado tanto.
Jíjoles, cuánto, mucho bien, mucho doble, mucho amable, porque entre más lo pienso más estoy convencida, para entender quién es uno a los 50 años hay que saber con exactitud, al menos, lo que uno no es y lo que uno no quiere.
Mi paleta de colores, insisto, temporal y de ciclos anuales, oscila entre los ocres, los magentas, el anaranjado de nombre Marigold en el sistema Pantone, y, sobretodo en las tardes chilangas, pienso y saboreo el color jacaranda, el 17-3930 del citado lenguaje cromático.
Ando buscando unos cinco metros del más fino de los tules para hacerme un tutú color jacaranda para bailar, salir a regar o cocinar bebiendo un blanco de añadas viejas de esos que sólo conectan con cielos rosas.
Para siempre.
TRAIGO COLORES EN LA CABEZA, ES MI FORMA DE SER ALGUNAS SEMANAS DEL AÑO