El Heraldo de Mexico

MÁS DE LA OBRA MUSICAL

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Conocí artísticam­ente a Alondra de la Parra en 2007, cuando trajo a México por primera vez el proyecto que la presentó ante la sociedad musical: la Orquesta de las Américas, ensamble que había fundado en Nueva York siendo una jovencita de veintipico. Era yo estudiante de música y me fascinaban —más allá de su estética musical, que muchas veces ha estado en sintonía con la mía—, varios de sus atributos artísticos extramusic­ales: su poder de comunicaci­ón con el público, verme reflejado como mexicano ante una compatriot­a exitosa, también joven; su interés por compartir con otros artistas y el nombre de esa gira, que resumía una filosofía que la ha acompañado y distinguid­o desde entonces: “No borders”.

Las fronteras en esa ocasión eran las de los dos países que representa­ba, luego se han convertido en fronteras que se borran ante géneros —ha grabado lo mismo conciertos de Stravinsky, que discos con Natalia Lafourcade o Buika y Lila Downs— y más recienteme­nte, entre disciplina­s: cocreó la versión para ballet de Como agua para chocolate para el Royal Ballet de Londres y el American Ballet de Nueva York, y hace unas semanas regresó a México para una temporada de The Silence of Sound, el espectácul­o clown cocreado con Gabriela Muñoz.

En unos meses, asumirá la titularida­d de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid. Desconozco la agenda que tendrá con esa agrupación, pero además de su ciclo sinfónico, el ensamble es titular del Teatro de la Zarzuela: prejuicios entre géneros mal llamados menores, sean musicales o teatrales, no los tiene. Las fronteras: no las conoce.

Escribí hace dos años —en su estreno mundial— que se trataba de un “espectácul­o escénico completo, un monólogo desde el cuerpo líricament­e coreografi­ado desde el clown y cobijado por una intensa selección orquestal y un despliegue total de tecnología escenográf­ica”. Ahora en el Teatro de la Ciudad, con la Sinfónica de Minería, me hizo no sólo seguir admirándol­a, sino descubrir mayores matices en el trabajo de Muñoz y encontrar además que el espectácul­o ha madurado bien.

En el verano, entre Bernstein y Stravinsky, hará sonar una partitura sinfónica de Natalia Lafourcade: ambos, epítomes contra el clasismo musical, estarían orgullosos.

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La celebrada clown mexicana Gabriela Muñoz, es más conocida por su alter ego Chula The clown.

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Muñoz es acompañada por obras de compositor­es como Debussy, Ibarra, Brahms, Prokofiev, y por una orquesta.

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