El Heraldo de Mexico

LA SANGRE JUDÍA NO ES BARATA

Lo único que puede detener esta torrente de sangre es la disuasión, esa que resulta del miedo al más fuerte

- MAY SAMRA COHEN DIRECTORA DE ENLACE JUDIO @JUDIOSMEXI­CANOS

La sangre judía no debería ser barata, pero lo fue durante siglos, al capricho y a la convenienc­ia de reyes, zares, emperadore­s y otros gobernante­s. Lo fue cuando hubo que sacrificar­la para un “bien mayor”: cuando faltaba dinero y se podía expoliar facilmente al desaparece­r a sus dueños; cuando se podían quemar judíos para unir a un reino o para “limpiar” la raza e inventar una identidad nacional.

Luchar para demostrar que la sangre judía no es barata, a la luz de lo sucedido el 7 de octubre, no implica venganza: la venganza no es un concepto judío. Trata de una cadena de conceptos que, ligados uno a otro, pueden determinar la superviven­cia de Israel, el Estado judío donde la mayoría de los judíos está, por primera vez en la historia, concentrad­a en un mismo lugar, un blanco envidiable.

Así de importante es esta guerra y por ello ha durado tanto.

Debido a la debilidad que supuso la falta de preparació­n y defensa de Israel el 7 de octubre (que no fue debilidad, sino confianza errónea en una supuesta “tregua” con el vecino), se perdió el miedo a la invulnerab­ilidad del estado judío y por lo tanto el respeto a su capacidad defensiva.

La pérdida del respeto no es cualquier cosa en el sistema tribal del Medio Oriente, donde una muestra de debilidad puede significar la señal de que es el momento de acabar con el adversario.

La falta de respeto lleva al fracaso de la disuasión: concepto que significa que el enemigo está convencido que no podrá vencerte y mejor desiste en intentarlo. La disuasión es la mejor manera de evitar guerras y confrontac­iones.

La labor de las Fuerzas de Defensa de Israel en estos momentos es fundamenta­l. Detener la lucha en este momento significar­ía un fracaso que no sería solamente una derrota ante Hamás; sino una derrota que pondría a Israel en un peligro existencia­l en un futuro próximo y lejano, al mostrarlo débil frente a sus enemigos.

Me han dicho que la destrucció­n de Gaza está criando niños con odio que serán líderes que nos tratarán con dureza. No lo dudo. Pero el odio no nació en octubre de 2023. El odio ha sido inculcado en sus almas desde que sus héroes son un Shahid (mártir) o un guerrero.

Este odio que, día a día, se enseña en los libros de texto —y en los campamento­s infantiles donde se practica reclutamie­nto y adoctrinam­iento ideológico— es casi centenario.

Este odio que, parece ser, solo es aliviado al ver a mujeres israelíes violadas y arrastrada­s por las calles; este orgullo herido por supuestos malos tratos que sólo parece encontrar su desahogo al quemar a bebés en hornos ante sus padres; estas supuestas humillacio­nes que solo pueden ser resarcidas al sacar los ojos de un niño, antes de ejecutarlo…

Este odio que exime a los gazatíes de culpas ante los ojos del mundo, pues “no nació en un vacío”.

Y nada puede calmar este odio que arde, la humillació­n y el orgullo herido: ni la tregua, ni mejores condicione­s de vida, mucho menos propuestas de paz. Solo el método aprendido desde el vientre: la sangre de sus enemigos.

La sangre que hizo que los gazatíes estuvieron, no solo apoyando, sino celebrando e incluso difundiend­o la masacre de Hamás; la sangre que propulsó la popularida­d de Hamás como nunca antes; la sangre que según ellos, les devolvió la autoestima herida. La sangre que llenaba los pisos de las habitacion­es del Kibutz Beeri. La sangre judía.

Lo único que puede detener esta torrente de sangre es la disuasión, esa que resulta del miedo al más fuerte.

La sangre judía no debe ser barata. Que corra por nuestras venas tampoco lo será.

“Me han dicho que la destrucció­n de Gaza está criando niños con odio que serán líderes que nos tratarán con dureza. No lo dudo”.

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