El Heraldo de Mexico

MONSTRUOS DECAPODOS

EN QUINTONIL ATÉ TODOS LOS CABOS Y COMENCÉ A TEJER HISTORIAS Y BORDAR MEMORIAS PARA CONCLUIR QUE ME GUSTA MUCHÍSIMO COMER CANGREJO

- VALENTINA ORTIZ MONASTERIO @valeomg GASTROLAB@ELHERALDOD­EMEXICO.COM

Confieso que no sabía, pero hoy ya sé que adoro el cangrejo. Sí, ese crustáceo decapodo que en ocasiones se te queda mirando, digamos no estaba en la capa más superficia­l de mi memoria como un favorito e, insisto, ahora sé que ya es.

El martes me comí un cangrejo moro muy lleno de cosas, pero tan bien hecho que su carne se distinguía aún y cuando lo recubría un pipián verde de semilla de girasol, lima tailandesa y albahaca y unas tostaditas de maíz azul.

Y ahí, esa noche de buenos vinos blancos en Quintonil con ese platazo, até todos los cabos y comencé a tejer historias y bordar memorias para concluir que me gusta muchísimo comer cangrejo.

Pero no me había dado cuenta.

Hay un restaurant­e al que fui hace unos años, muy lejos, en donde me comí un cangrejo celestial que considero de los mejores bocados de mi emocionant­e y golosa vida. Curiosamen­te, The Chairman -el sitio en Hong Kong del que hablo-, ha salido a la conversaci­ón en el último par de semanas varias veces. Muy extraña la coincidenc­ia. De nuevo, ato cabos, hay algo de magia seguro, las estrellas me están ayudando a recordarme que soy “team crustáceo”.

Dicen que después de un eclipse hay algo de introspecc­ión y reflexión. Algunos aseguran incluso que se pueden manifestar comportami­entos emocionale­s extraños y muchísima mayor intensidad en las emociones.

Como dice el refrán, yo, sin duda esta vez tiro la primera piedra -y la piedra es grandota- porque a mí todo me pasó, he llorado como cuatro veces, en una tina de hielos, en una banquita de Chapultepe­c y en mi escritorio (que es sanísimo).

¿Será que el eclipse, la reflexión y algo de shock también generó que mi amor por los cangrejos aflore? Es lindo pensar que sí.

Sigo uniendo momentos y pienso en otro poderoso hace ya semanas, pero importante en muchos sentidos: comer cangrejo descalza y con las manos, en la playa, abierto o cocinado por cocineros a los que en su mayoría admiro.

Les digo, es que sin duda algo está pasando. Repasaré con foco y detenimien­to las Fábulas de Esopo que narran historias de cangrejos en un tren largo al Puerto de Santa María. Y ahí, desde donde se ve África, en ese lugar de sonido de mareas y hombres que me caen bien con cocina de monstruos marinos, varios cangrejos devoraré o me visitarán. Será un placer bañarme con ellos en mi paladar con vinos de Sanlúcar de Barrameda y Jerez de la Frontera.

Es que algo está pasando.

LAS ESTRELLAS ME ESTÁN AYUDANDO A RECORDARME QUE SOY “TEAM CRUSTÁCEO”

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