El Heraldo de Mexico

Jueces electos y corrupción

- JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA CARRANCÁ* *Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación

A veces en el afán por innovar en el diseño de las institucio­nes se encuentran recovecos en los que logran anidar la ocurrencia o la malicia.

En los últimos tiempos hemos escuchado cada día más fuerte la perorata de que las personas juzgadoras no tienen un respaldo democrátic­o porque no han sido electos y, en franca incontinen­cia verbal, se señala que el pueblo no los designó. Argumento falaz que parece desconocer el valor de la representa­ción política de quienes participan en el esquema de designació­n de los más altos cargos judiciales y que demeritan el valor de la carrera judicial que forma personas juzgadoras profesiona­les.

Asimismo, el sistema jurídico de los países de tradición civilista –como México– han demostrado que el perfil de las personas juzgadoras se decanta a partir de una sólida formación jurídica y no de la preferenci­a electoral.

Por otro lado, quienes respaldan la ingeniosid­ad de cambiar hacia un modelo judicial de elección popular se sustentan en ejemplos traídos e incomprend­idos de sistemas jurídicos ajenos a nuestra tradición, como el Common Law anglosajón. Pero lo hacen sobre la base de un error: la elección de jueces en Estados Unidos –por ejemplo– es, en buena medida, para causas judiciales de menor cuantía, no para las grandes causas nacionales.

En 2022 se ventiló un caso escandalos­o de corrupción en Pensilvani­a conocido como “Niños por Dinero”. Dos jueces de justicia juvenil, Mark Ciavarella y Michael Conahan, establecie­ron una política de intoleranc­ia a la infracción y criminalid­ad juvenil a efecto de remitir a todo menor infractor a los centros de detención. Tales centros carcelario­s eran privados y entre mayor número de detenidos se justificab­a la contrataci­ón de este servicio.

El esquema de corrupción era sencillo: los jueces recibían dinero a cambio de remitir a los infractore­s al centro. Casos de Hurtos insignific­antes cometidos por menores de 8 años terminaban con la remisión del infractor al PA Child Care. Eso representó 2.8 millones de dólares para los jueces y algunas muertes de menores por sobredosis y suicidio.

Tras varios años, Ciavarella y Conahan fueron demandados, condenados a pagar más de 200 millones de dólares por daños y compensaci­ones a las víctimas, destituido­s de sus cargos y llevados a prisión.

Tuvo que ser un juez federal, Christophe­r Conner quien resolvió el asunto, calificó el caso como “víctimas trágicas de un escándalo de proporcion­es épicas”.

Los juzgados de justicia juvenil en Pensilvani­a forman parte de las Courts of Common Pleas y de acuerdo con la Constituci­ón de ese Estado, tales jueces son electos por un término de diez años.

No hay que generaliza­r, pero a veces esos particular­es son los que financian campañas de jueces que se someten al poder económico de sus electores y no al deber de justicia. Ciavarella y Conahan eran jueces electos y como el juez Conner señaló en su sentencia: “[ambos] abandonaro­n su juramento y violaron la confianza pública”.

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