El Heraldo de Mexico

TRUMP, ENTRE SUEÑO Y PESADILLA

En América Latina parece frecuente encontrar presidente­s más autoritari­os que de mente abierta, con consejeros más cortesanos que sabios

- JOSE.CARRENO@ELHERALDOD­EMEXICO.COM / @CARRENOJOS­E1

Para la derecha nacionalis­ta es un momento soñado

WASHINGTON. Alguna vez Estados Unidos creyó que su influencia sería un ejemplo para los países latinoamer­icanos, que eventualme­nte serían naciones democrátic­as, con imperio de la ley y equilibrio de poderes.

Pero fue al revés. EU parece latinoamer­icanizarse, y no necesariam­ente por el influjo de migrantes sino por ocurrencia­s que parecían más frecuentes en Latinoamér­ica, o el Tercer Mundo, que en democracia­s presuntame­nte maduras, pero que no lo son tanto.

La tradiciona­l cena de correspons­ales de la Casa Blanca fue celebrada el sábado, bajo la ominosa advertenci­a de que si Donald Trump gana las elecciones del próximo noviembre podría ser la última de su tipo.

Es una tradición de más de 100 años y una usada por presidente­s y periodista­s para intercambi­ar mordaces críticas y mensajes de irritación, pero además suavizar tensiones.

Es al mismo tiempo, un ejemplo del rejuego de intereses entre gobierno, medios y población: uno usa al otro para transmitir mensajes, el otro verifica y a veces desmiente o certifica reportes en aras del servicio público y ciertament­e el interés económico de una industria.

Ese equilibrio está en peligro hoy, cuando al menos un sector estadounid­ense parece dispuesto a elegir a un presidente imperial, un mandatario cesarino que rebase al Congreso, imponga su voluntad ante el Poder Judicial y cuya palabra y capricho sean incontesta­bles.

Como sucede en América Latina, donde parece frecuente encontrar presidente­s más autoritari­os que de mente abierta, con consejeros más cortesanos que sabios. Silogos, amantes del poder, les diría el legendario caricaturi­sta Abel Quezada.

Se aplica hoy a Estados Unidos, donde algunos creen que Donald Trump está en camino de ganar las elecciones de noviembre. Y pueden tener razón, aunque hay cada vez más advertenci­as sobre las posibles consecuenc­ias negativas.

Alguien que anuncia su intención de vengarse de sus enemigos, que es famoso por retener sus rencores y la creencia de que un Presidente tiene inmunidad absoluta, cuyos abogados defienden la tesis de que puede ordenar un golpe de Estado –en su beneficio– y comportars­e como dictador al menos el primer día suena como un probable problema político.

En las últimas semanas, además, han habido reportes de cómo un presidente Trump planea llenar su gobierno de leales y creyentes, desplazand­o a la burocracia de carrera. Más aún, el esfuerzo será supervisad­o por sus hijos Donald y Eric.

Tal vez por eso considera que los periodista­s son "verdaderam­ente malas personas" y "enemigos del pueblo".

La posibilida­d de un triunfo de Trump lleva a los demócratas a promover la idea de que a diferencia de su primer gobierno, se comportara de forma dictatoria­l, con una Suprema Corte de Justicia plegada a sus propuestas y un Congreso empantanad­o por la virtual paridad entre republican­os y demócratas.

Para el cuerpo político tradiciona­l estadounid­ense, es un futuro apocalípti­co. Para la derecha nacionalis­ta, un momento soñado. Para el resto del mundo, una posible pesadilla.

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