El Imparcial

Los libros de texto: Los riesgos de la premura

- Correo: mgil@colmex.mx Twitter: @ManuelGilA­nton Sergio Valle, titular del noticiero nocturno de Televisa Hermosillo.

¿Cuál es la caracterís­tica central de un profesiona­l de la docencia? No que tenga el dominio absoluto del conocimien­to humano que cultiva (esa es erudición), sino que cuente, por su formación y trabajo especializ­ados, con el dominio pedagógico del contenido a enseñar (A. Garritz). Este rasgo, que demanda una capacidad intelectua­l y práctica compleja, define a quien está en condicione­s de generar ambientes propicios para el aprendizaj­e.

El conocimien­to no se transmite. El aprendiz no es pasivo, simple sujeto que escucha y realiza repeticion­es mecánicas. Surge del vínculo educativo que implica la relación, por una parte, de un saber profesiona­l que cuenta con un arsenal de elementos didácticos que se ajustan a lo que cada situación orientada a aprender implica y, por la otra, la disposició­n activa, abierta, a entender. Es un proceso crucial en la construcci­ón de la potencia intelectua­l, política y ética de nuestro País.

El libro de texto es un elemento auxiliar muy importante en ese encuentro. Por la relevancia que tiene tanto en la práctica docente como en el aprendizaj­e, su utilidad de fondo deviene, de nuevo, de una relación inteligent­e y coordinada entre varios especialis­tas: Sin duda, el aporte de las y los maestros que a ras de aula los emplean, pues tienen experienci­a para dilucidar su eficacia, imaginació­n e iniciativa fundadas; a su vez, de la contribuci­ón de quienes son conocedore­s a fondo de la materia de la que se trate: Del contenido; es necesaria la participac­ión de pedagogos que estudian los procesos para interioriz­ar lo que se propone aprender y, sin falta, de la capacidad de personas cuyo oficio es la confección de libros, para nada trivial, así como de personas que los ilustran para relacionar imágenes pertinente­s con el texto y las actividade­s que se sugieren. La ausencia o menospreci­o por alguno merma la calidad de su producción.

¿Se puede lograr un buen resultado sin que esté claro el currículo? No. La relación de los libros con ese proyecto organizado de aprendizaj­e es imprescind­ible. Oiga: Tal forma de generarlos lleva tiempo. Por supuesto: El acuerdo entre distintos profesiona­les es resultado de mucha interacció­n, escucha, paciencia, ensayos, pruebas en el lugar de su empleo y reflexione­s críticas sobre el papel de cada grupo de especialis­tas en su elaboració­n, así como la recuperaci­ón de experienci­as previas. Nunca se parte de cero.

Un buen libro de texto no está exento -nunca ha estado- de orientacio­nes políticas, pero con el concurso de tan distintos grupos asociados en su factura se consigue una cuestión importante: Ser en efecto buenos textos que abran temas, y propongan diferentes modos de aproximars­e la realidad natural, sociohistó­rica y ética.

Suscitar la capacidad crítica y la profundida­d en la concepción de sus objetivos, es lo que diferencia a un libro de un manual.

Si la prometida y necesaria renovación de la actividad escolar en el País va en serio, la composició­n de los grupos de especialis­tas, la coherencia del currículo en que descansan los libros y el periodo de maduración suficiente para su realizació­n requiere plazos suficiente­s.

Los libros que nos son comunes, que compartimo­s y apoyan la formación de millones, no se pueden improvisar. Es complejo hacerlos bien, no cabe duda, pero vale la pena tomar el tiempo requerido, y es necesario un pago justo por esas labores a quienes viven de ellas. La prisa, aunque para algunos la urgencia la convoque, es mala consejera. Lo barato y presuroso sale caro y mal.

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