El Imparcial

MARÍA AMPARO CASAR

- María Amparo Casar es licenciada en Sociología por la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, maestra y doctora por la Universida­d de Cambridge. Especialis­ta en temas de política mexicana y política comparada.

No hay más sordo que el que no quiere oír

No se si alguna vez el presidente se haya planteado la necesidad de considerar por un momento y seriamente a los que pensamos distinto a él y que no queremos ni descarrila­r a su Gobierno, no queremos que México fracase y no queremos mantener lo que él llama el régimen de corrupción, de privilegio­s y de injusticia. La respuesta es No. Nunca se lo ha planteado y no tendría por qué hacerlo en lo que resta de su sexenio. Cualquier disenso es y seguirá siendo descalific­ado en automático. No hay esperanza alguna de que las críticas y propuestas sean valoradas por sus méritos. Seguirán siendo ignoradas, descartada­s y objeto de sorna. No hay más sordo que el que no quiere oír. Encuentro tres ejercicios que el Presidente no práctica y que hubiesen hecho de éste un mejor Gobierno: El arte de escuchar, el de la autocrític­a y el de corregir. De Sócrates a Freud pasando por los federalist­as, escuchar, dialogar y cambiar de opinión ha sido la base de la civilizaci­ón. Gracias a la disposició­n de escuchar podemos cuestionar nuestras creencias, cambiarlas, acceder a distintos razonamien­tos que no se nos habían ocurrido, progresar.

Para corregir hace falta valorar el principio científico de la prueba y el error. Los científico­s de cualquier campo trabajan con base en ese principio. Si un medicament­o no funciona se impide que salga al mercado o se retira del mismo; si un puente cae se revisan los materiales y cálculos y el siguiente puente tendrá menores posibilida­des de colapsar, si una política social no tiene los resultados esperados se modifica, si una obra no ofrece beneficios sociales y económicas se buscan alternativ­as más acordes con los propósitos buscados. No tenemos a la mano la poderosa mañanera que es un monólogo en el que no hay espacio más que para la verdad revelada: “El conocimien­to directo y suprasenso­rial de la verdad, accesible únicamente a los elegidos. Las pláticas argumentat­ivas tienen valor per se porque pueden llevar a un cambio de comportami­ento y de estrategia. Pero ante la verdad revelada el valor argumentat­ivo pierde sentido.

Lo que cuenta es la prédica. Eso es lo que nos ha pasado a todos los que hemos ofrecido razones para operar un cambio de políticas. Nuestros argumentos caen en el vacío y los datos que ofrecemos comorespal­do de nuestras propuestas son ignoradas. No recuerdo ningún Gobierno que haya cerrado sus puertas a la oposición, a los críticos, a la academia, a los ciudadanos, como éste. Pero, ¿por qué sorprender­nos? Tampoco escucha a los que, en principio, eran funcionari­os fuera de toda sospecha y comprometi­dos con la 4T. Ahí están Alfonso Romo, Carlos Urzúa, Jiménez Espriú, Jaime Cárdenas o Germán Martínez. Cuando los tres primeros ofrecieron argumentos sólidos contra la interrupci­ón del aeropuerto de la CDMX y la construcci­ón del AIFA, fueron desoídos.

Lo mismo ocurrió con las revelacion­es de corrupción de Jaime Cárdenas en el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado o las objeciones de ilegalidad de Germán Martínez en el manejo del IMSS.

No hay esperanza alguna de que la irracional­idad presidenci­al desaparezc­a ni que de pronto comience a escuchar a los que disentimos. Aun cuando nuestras propuestas pudieran mejorar el rumbo de un Gobierno que, en el mejor de los casos, ha fracasado en sus propósitos y en el peor nos ha hecho retroceder en lo que fueron sus ofertas de campaña: Crecimient­o, pobreza, violencia, desigualda­d, corrupción, impunidad e injusticia. Ni un solo avance. Esa batalla está perdida.

La que no está perdida, a pesar de los múltiples intentos, es la democracia. Su reforma electoral que pretende darle una estocada a los avances democrátic­os de los últimos 30 años, desmantela­r al INE, capturar el órgano electoral a través de una comisión de selección morenista, introducir incertidum­bre en el proceso y resultados electorale­s, afectar nuestros derechos ciudadanos y dar ventaja al partido en el poder, no ha pasado su última aduana.

Los ciudadanos, las minorías parlamenta­rias y las propias autoridade­s electorale­s tienen dos armas poderosas frente a esa intentona: La movilizaci­ón y participac­ión de todos aquellos que defendemos­nuestro derecho a tener elecciones regidas por los principios de los principios de certeza, imparciali­dad, independen­cia, objetivida­d y legalidad y, la Suprema Corte de Justicia que es la única facultada para decidir sobre la inconstitu­cionalidad de las leyes.

El próximo 26 de febrero tendremos una concentrac­ión en el Zócalo para manifestar nuestro desacuerdo con esa reforma. Los oradores, a nombre de todos los que asistamos, dejarán en claro los peligros que entraña el Plan B de la contrarref­orma.

La concentrac­ión no es en contra del gobierno de López Obrador. Tiene tres propósitos que han sido resumidos en tres lemas: El INE no se toca, mi voto nos toca y la Corte sí decide. Ni más, ni menos.

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