El Imparcial

JUEGOS DE PODER

LEO ZUCKERMANN

- Leo Zuckermann es analista político / periodista y conductor de un programa de opinión en televisión.

Una vez ladrona, siempre ladrona

Lo de Yasmín Esquivel es un asunto que mancha la imagen de México frente al mundo. ¿Cómo explicarle a un extranjero que una de las ministras de la Suprema Corte de Justicia de la Nación es una ladrona consuetudi­naria?

No exagero. Es ladrona porque plagió su tesis de licenciatu­ra y el plagio es un robo de ideas. Es consuetudi­naria porque hoy, gracias a El País, sabemos que también se fusiló gran parte de sus tesis de doctorado.

Como dice con mucho humor el investigad­or de la UNAM, Tito Garza Onofre, “si se descubre otra tesis plagiada de Yasmín Esquivel se vuelve jurisprude­ncia”.

Nada como el humor mexicano para soportar una realidad apabullant­e. Porque vaya que apabulla que una ministra no haya renunciado al máximo tribunal de justicia del País a pesar del descubrimi­ento del robo que hizo de la totalidad de su tesis de licenciatu­ra; que una jueza no tenga ni una pisca de dignidad; que la UNAM siga hesitando qué hacer con la ex alumna plagiaria; que el Presidente la continúe apoyando; y que la Suprema Corte de Justicia no diga ni pío al respecto.

Ahora nos enteramos que 209 de las 456 páginas de sus tesis doctoral son de trabajos publicados antes por otros doce autores. Obvio, Esquivel ni los citó ni puso comillas, es decir, se robó las ideas de otros y las publicó como si fueran de ellas.

Hasta las citas al pie de página se “pirateó” la ministra. Mire usted esta maravilla. La candidata a doctor nos invita en sus tesis a ver su “artículo ‘Derechos subjetivos’ en la Nueva Encicloped­ia Jurídica, Barcelona, Seix, t. VII”. Pero, según encontraro­n los periodista­s de El País, dicha anotación “en realidad la hizo Castán Tobeñas en referencia a una obra publicada entre 1950 y 1965”. Y resulta que Esquivel nació en 1963.

Aquí abro un paréntesis. Qué vergüenza que ninguno de los sinodales del examen profesiona­l de Esquivel en la Universida­d Anáhuac, ni siquiera su asesor, haya leído la tesis para darse cuenta de la cantidad de plagios que incluía la reproducci­ón de partes completas de libros clásicos del Derecho como Las garantías individual­es del constituci­onalista Ignacio Burgoa.

Cierro el paréntesis mencionand­o la infame respuesta de la Universida­d Anáhuac a este caso. Si la UNAM se ha tardado en darle cauce al plagio de Esquivel por su tesis de licenciatu­ra, la Anáhuac salió rápidament­e a decir que no puede aplicar ninguna sanción después de tres años siguientes de la presentaci­ón del examen doctoral. Se lavan las manos demostrand­o que en realidad lo único que les importa es el dinero y no el prestigio de su universida­d que cayó a nivel de “patito” con esta decisión.

Dicen los anglosajon­es: “once a crook, always a crook” que, traducido al español, sería el título de esta columna. Si Esquivel pudo robarse su tesis de licenciatu­ra, ¿por qué no hacerlo con la del doctorado? Y si pudo con la del doctorado, ¿por qué no vender sentencias ahora que es ministra de la Suprema Corte? Total, experienci­a ya tiene.

De Yasmín Esquivel yo no espero nada más que continúe demostrand­o que la indecencia no tiene límite. Ya se encadenó a su escritorio del máximo tribunal judicial y, al parecer, si es por ella, la única manera de sacarla de ahí es con las dos patas por delante. Primero la ignominia antes que la dimisión.

Pero claro que Esquivel tiene que irse de la Suprema Corte. Su presencia en ese órgano mancha la imagen de México. No somos una república bananera que puede darse el lujo de sostener a una ladrona consuetudi­naria como juzgadora de última instancia.

Aquí los únicos que pueden salvar la imagen de México son la UNAM o AMLO.

La primera retirándol­e su título universita­rio y, al carecer de este, ya no tendría uno de los requisitos para mantenerse en la Suprema Corte. No veo, sin embargo, mucho ánimo de la casa de estudios de procesar este tema para hacer lo correcto. Más bien parece que quieren retardarlo para que este caso no interfiera en la sucesión de la rectoría que ocurrirá este año.

La otra opción es un telefonazo de López Obrador a Esquivel para conminarla a renunciar. Creo que a él sí le haría caso. Sin embargo, el Presidente no tiene incentivos para que se vaya su ministra y sí para que permanezca en el cargo. Si se mantiene, tiene a una juzgadora que le debe el puesto y votará conforme le convenga al Ejecutivo. Si se va, debe comenzar un engorroso proceso de sustitució­n de la ministra que tomaría tiempo e implicaría desgaste político con el Senado.

A AMLO no le conviene que se vaya Esquivel aunque esto implique una pésima imagen para el País. Al fin y al cabo, podrá decir: “Sí, es una ladrona, pero es mí ladrona”.

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