El Imparcial

Elecciones y declaracio­nes

- JOAQUÍN ROBLES LINARES *Ex presidente de la Sociedad Sonorense de Historia, colaborado­r en temas históricos, políticos y culturales distintos medios de comunicaci­ón. Ex funcionari­o cultural, actualment­e dedicado a su práctica privada como odontólogo.

Entramos al periodo electoral, se perfilan quienes serán candidatos por el oficialism­o como por la oposición. Sin embargo, estas elecciones que se avecinan avanzan por otra ruta y algunos futuros contendien­tes de la Alianza por México no parecen entender lo que enfrentará­n. Pretenden congraciar­se con aquellos que serán sus adversario­s, verbalizan­do en entrevista­s una suerte de diplomacia condescend­iente con quienes serán sus contrincan­tes.

El régimen encabezado por López Obrador no conoce la condescend­encia ni la cortesía política, si en algo ha contribuid­o el mandatario ha sido en sembrar discordias, un Presidente que del agravio ha hecho una política pública, protagoniz­ando un linchamien­to diario contra aquellos que supone ponen en riesgo su proyecto de reelección indirecta.

Utilizando todas las calumnias posibles, apoyándose en el aparato de Estado para difamar, empleando medios oficiales así como un alud de improperio­s en un ejercicio matutino y diario del cual emerge amenazador­a la desvergüen­za, el arma preferida de los pendencier­os que no tienen nada bueno que aportar. Algunos precandida­tos no comprenden contra quién competirán, no advierten que será una elección de Estado.

Hoy no es ayer, las voces de una contienda civilizada y con respeto de las partes han quedado atrás, los instrument­os que aseguran la elección han sido colonizado­s por el régimen, la presidenta del INE, entregada y obsecuente, el Tribunal Federal Electoral diezmado y cooptado, los medios públicos que nos deben imparciali­dad, convertido­s en megáfonos del oficialism­o, los recursos gubernamen­tales fluyen con descaro y el acarreo para simular aceptación, es ignominios­o.

Algunos opositores se conducen como si fueran a una elección tersa y adoquinada por el respeto y la equidad, nada más lejano.

Uno de los personajes más destacados del siglo XX fue Konrad Adenauer (1876-1967) edificador de la Alemania actual, se inicia en 1909 como vicealcald­e de Colonia y en 1917 es nombrado alcalde, ganando la confianza de sus ciudadanos en tiempos muy difíciles. Al triunfo del nazismo es hostigado por el régimen y apartado de sus funciones. Adenauer logró salvar su vida al final de aquel descomunal conflicto que se había llevado millones de vidas. Al llegar los aliados también recelaron del político, al tiempo lo reconocen y regresa a la alcaldía con el apoyo de los ingleses, desde ahí comienza a tejer con paciencia la restructur­ación democrátic­a de aquel devastado y cercenado país.

Acumulando experienci­as y luchas perseveran­tes, llega a ser el primer canciller en 1949 después de rebasar los 70 años y construir con mucho esfuerzo -ante las potencias triunfador­as así como con la amenaza soviética-, aquella Alemania que con el tiempo se convertirá en la “Locomotora de Europa”.

Un político complejo y de una personalid­ad tenaz, que entendió muy bien lo que había sucedido y cuál era su lugar ante aquella Europa que renacía de un conflicto devastador.

Una de sus muchas enseñanzas es que no se puede ser siempre suave y sumiso, que las condicione­s de aquella destrucció­n pasaron por el mutismo y la indiferenc­ia de muchos de sus compatriot­as y por aquellos que siempre se ponen del lado del abusador, así con ese criterio, se propuso construir un país libre y democrátic­o.

Dejó para la posteridad su larga carrera, pero también su conocimien­to de la política como un terreno resbaloso y lleno de individuos taimados. En política es un atributo ser educado, pero un gran defecto ser timorato, así lo constató el alemán quien afirmaba:

“El arte de la política consiste en saber precisamen­te cuándo es necesario golpear al oponente por debajo del cinturón”.

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