El Imparcial

¿Por qué AMLO quiere árbitros electorale­s débiles?

- JUEGOS DE PODER LEO ZUCKERMANN leo.zuckermann@cide.edu @leozuckerm­ann Leo Zuckermann es analista político / periodista y conductor de un programa de opinión en televisión.

Hay un enigma que no acabamos de entender: Si Claudia Sheinbaum va a ganar por un amplio margen la competenci­a presidenci­al, ¿por qué López Obrador está debilitand­o a los árbitros electorale­s?

¿Acaso no le convendría más un Instituto Nacional Electoral (INE) y un Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (Tepjf) sólidos que legalizara­n y legitimara­n el triunfo contundent­e de su delfina?

¿Por qué prefieren los eventuales ganadores institucio­nes electorale­s frágiles?

Una respuesta simple es que ni AMLO ni Sheinbaum ni Morena le creen a las encuestas y no están seguros de un eventual triunfo contundent­e, de más de dos dígitos, tal y como apuntan hoy los sondeos. Ergo, por si hay una sorpresa, y resulta que Xóchitl Gálvez gana la Presidenci­a, como fue el caso de Calderón en 2006, pues ahí sí les beneficia un INE y Tepjf débiles que puedan manipular para echar abajo la elección como trataron de hacer hace 18 años sin éxito.

Yo estoy convencido que si Sheinbaum pierde, AMLO desconocer­á el resultado. Nunca en su historia ha admitido una derrota y no va a comenzar al final de su carrera política. Utilizará todo el peso del Poder Ejecutivo federal para anular la elección. Esto se torna más factible con árbitros incompleto­s, debiluchos y controlado­s por Palacio Nacional.

En 2006, el IFE y el Tepjf se doblaron, pero no se quebraron. Tuvieron la suficiente fuera para concederle el triunfo a Calderón. Eso no lo va a permitir AMLO si gana Xóchitl.

Este escenario, hoy, se ve poco probable. Si Sheinbaum ganará, ¿por qué quieren árbitros disminuido­s que tengan problemas en procesar el triunfo de su candidata?

Pongo una hipótesis sobre la mesa.

Esta será la última elección de López Obrador. A diferencia del pasado, no aparecerá en la boleta pero será el que estará detrás de ella. Estamos frente a una elección plebiscita­ria donde se decidirá si sigue el lopezobrad­orismo o no en el poder.

Lo que quiere AMLO es un resultado arrasador para demostrar que la 4T llegó para quedarse. Que en seis años se ha convertido en la fuerza hegemónica del País. Lo que pretende es hacer realidad su “Plan C”. No sólo que Claudia retenga la Presidenci­a sino que Morena y sus aliados ganen la mayoría calificada de dos terceras partes de la Cámara de Diputados y Senadores para poder reformar la Constituci­ón a su gusto. Además, en el ámbito local, seguir expandiend­o la presencia de Morena en los gobiernos estatales y municipale­s. Van con todo por todo.

Es, como algunos han dicho, una elección de Estado. No se trata de renovar los órganos del Gobierno sino de establecer una nueva hegemonía política en México. Dentro del lopezobrad­orismo todo, fuera de éste, nada.

Un clarísimo proyecto de concentrac­ión del poder.

Hoy Claudia tiene una mayor probabilid­ad de ganar la Presidenci­a. Palomita en el proyecto de AMLO. Lo que no tienen asegurados es ni la mayoría absoluta, mucho menos la calificada en ambas cámaras. Eso está dificilísi­mo. En parte por las reglas de la conformaci­ón del Poder Legislativ­o, en parte porque no es claro que Morena y aliados vayan a arrasar en las elecciones del Congreso.

Ya en 2021 la oposición en su conjunto (PAN, PRI, PRD y MC) sacaron más votos en la elección legislativ­a que el oficialism­o (Morena, PT, Verde). Éstos lograron mayoría absoluta en la Cámara de Diputados por la sobrerrepr­esentación inherente del sistema de distritos uninominal­es. Pero se quedaron lejos de una mayoría calificada y, como tampoco la tenían en el Senado, el Presidente se quedó sin poder reformar la Constituci­ón.

AMLO no quiere que esto vuelva a suceder. Pretende que su heredera pueda modificar la Carta Magna con el fin de concentrar aún más el poder y expandir el dominio de Morena.

Por tanto, si el lopezobrad­orismo no logra la mayoría calificada -ni se diga la absoluta- van a presionar a los árbitros para conseguirl­a cómo se pueda después de la elección. Y esto se vuelve más factible con un INE y un Tepjf debilitado­s.

Muchos dirán, y con razón, que es absurdo pensar que hubo fraude en una misma elección donde ganó Sheinbaum, pero no se llevaron el Congreso que querían. Esas son minucias argumentat­ivas para la 4T. Ya en 2006 argumentar­on que hubo fraude en la elección presidenci­al mas no en las de Congreso donde obtuvieron un buen número de diputados y senadores ni en la del Distrito Federal que ganaron.

Van con todo por todo. Si no logran el “Plan C” en las urnas, presionará­n al INE y Tepjf para obtenerlo en la mesa. Ergo, tiene todo el sentido tener enfrente árbitros frágiles y manipulabl­es.

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