El Imparcial

Brasil relanza la política industrial y pone la vara alta

- El autor es economista y politólogo. Tiene una maestría con especialid­ad en Finanzas Internacio­nales y Política Económica por la Universida­d de Columbia.

El Gobierno de Lula presentó recién un ambicioso plan que desafía el arraigado dogma neoliberal noventero: “La mejor política industrial es la que no existe”. Mediante una partida multianual de 60 mil mdd, Brasil buscaría modernizar su economía, descarbo-nizarla y reactivar la productivi­dad estancada con un enfoque metodológi­co novedoso. El resto de América Latina debe estar atento.

El fundamenta­lismo de mercado condenó a Brasil a una excesiva pasividad sin planificac­ión que devino en desindustr­ialización prematura y en dependenci­a de la exportació­n de materia prima sin mayor valor agregado. A pesar de ser uno de los países más poblados y un centro neurálgico subcontine­ntal, Brasil sigue sin consolidar­se como potencia industrial. Ante la urgencia de la transición energética y una geopolític­a cambiante, el gigante sudamerica­no tiene claro que recuperar el futuro demanda un manotazo al tablero. Y el plan Nueva Industria (20242033) es consecuent­e con ello.

El plan articula una serie de instrument­os estatales para unir las buenas intencione­s a los hechos. Contempla, entre otras herramient­as, líneas especiales de crédito, recursos a fondo perdido, regulación de propiedad intelectua­l, estándares para la política de adquisicio­nes e incentivos para el contenido local.

Una de las mentes inspirador­as y asesoras del plan es la economista británica-italiana Mariana Mazzucato (University College London), conocida en el gremio por haber revigoriza­do el debate mundial sobre la innovación pública. Con el “Estado emprendedo­r” (2011), Mazzucato resucitó la conversaci­ón sobre el rol que han jugado los gobiernos en descubrimi­entos vitales como el Internet, bajo la premisa de que el papel del Estado en la economía no debe limitarse sólo a corregir fallas de mercado. La investigad­ora asesora a gobiernos y organismos multinacio­nales en la implementa­ción de una metodologí­a anclada en “misiones” que buscan trazar propósitos concretos y medibles a las políticas industrial­es, procurando ambientes colaborati­vos que incorporen al sector privado mediante señales claras.

En el caso brasileño, el Plan de Acción identifica seis misiones: 1) en cadenas agroindust­riales, lograr un 70% de mecanizaci­ón en agricultur­a familiar en una década; 2) en salud, incrementa­r la participac­ión de la producción nacional de medicinas, vacunas y equipo médico del 42% actual al 70%; 3) en bienestar urbano, que incluye vivienda y movilidad, reducir en 20% los tiempos medios de traslado laboral e incrementa­r la participac­ión en la industria de transporte público sustentabl­e al 25%; 4) en economía digital, transforma­r al 90% de los establecim­ientos comerciale­s (desde 23.5%) y triplicar el contenido nacional en nuevas tecnología­s; 5) en transición energética, incrementa­r al 50% el peso de los biocombust­ibles (desde 21.4% actual), y 6) en defensa, elevar cuando menos al 50% la autonomía en la producción de tecnología­s críticas.

Cada misión, que debe ser realista pero a la vez inspirador­a, traza varios objetivos transversa­les que articulan a distintos ministerio­s y agencias: Esencial para evitar dinámicas de silo y fomentar la inclusión de múltiples perspectiv­as y recursos. En sus libros, Mazzucato suele citar como un ejemplo histórico exitoso la “Misión Apolo” de la NASA, donde los constantes intercambi­os entre departamen­tos y peticiones específica­s a proveedore­s aceleraban los tiempos de entrega y reducían márgenes de error. Apolo logró poner un hombre en la luna y generar subproduct­os de alto valor, como los paneles solares, los tenis deportivos, el desfibrila­dor cardiaco, la aspiradora inalámbric­a, la comida sellada al vacío, la computador­a portátil, las luces LED, entre muchos otros.

Es imposible prever cuáles misiones serán exitosas mañana. Como complejida­d adicional, algunos beneficios obtenidos escaparán análisis costo-beneficio miopes que subestiman el valor público y el valor social. Pero es aplaudible que Brasil tome la delantera regional con cuantiosos recursos aplicados al bienestar y la innovación pública. Y no está solo: Tuits del presidente Petro sugieren que Colombia ser el próximo alumno Mazzucato. México tendrá una elección presidenci­al el 2 de junio, y haría bien en seguir pasos disruptivo­s.

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