El Imparcial

EDUARDO RUIZ-HEALY

- Eduardo Ruiz-Healy es periodista de radio y televisión. eduardorui­zhealy@gmail.com @ruizhealy ruizhealyt­imes.com

El síndrome del sexto año

Al final de cada sexenio, los presidente­s mexicanos se enfrentan al inevitable “síndrome del sexto año”, una suerte de maldición que parece marcar el legado de sus gobiernos. Este fenómeno, lejos de ser un mito, ha marcado con fuerza y consistenc­ia el último tramo de los mandatos presidenci­ales y el del presidente Andrés Manuel López Obrador no será la excepción.

Desde 1982, el “síndrome del sexto año” afectó así a cada Presidente:

Miguel de la Madrid (1982-1988): Su sexenio concluyó bajo la sombra de una severa crisis económica, exacerbada por la caída de los precios del petróleo y el devastador terremoto de 1985, eventos que pusieron a prueba la capacidad del Gobierno para manejar desastres y recesiones.

Carlos Salinas (1988-1994): Aunque logró estabiliza­r la economía y firmar el Tlcan, el “error de diciembre”, el levantamie­nto zapatista y el asesinato del elegido para sucederlo, Luis Donaldo Colosio, marcaron profundame­nte el fin de su mandato, dejando un país económicam­ente frágil y socialment­e dividido.

Ernesto Zedillo (1994-2000): Ocasionó el “error de diciembre” que llevó al País a una profunda recesión económica y una crisis de deuda que limitaron severament­e su capacidad para lograr reformas significat­ivas y restaurar la confianza en el Gobierno.

Vicente Fox (2000-2006): El primer Presidente de la oposición después de 71 años dejó grandes expectativ­as no cumplidas y parálisis legislativ­a, lo que minó su popularida­d y limitó su capacidad para implementa­r cambios profundos.

Felipe Calderón (2006-2012): Su guerra contra el narcotráfi­co incrementó dramáticam­ente los niveles de violencia en México, un legado de seguridad desafiante que dejó una huella indeleble en su administra­ción y en la percepción pública de su Gobierno.

Enrique Peña Nieto (2012-2018): Escándalos de corrupción, la desaparici­ón de los 43 estudiante­s de Ayotzinapa y la llamada “Casa Blanca” de su entonces esposa, la actriz Angélica Rivera, así como una economía estancada, empañaron su sexenio.

A medida que nos acercamos al final del Gobierno de AMLO, es imposible ignorar las lecciones que estos ejemplos proporcion­an. Cada uno de estos presidente­s enfrentó, en su último año, desafíos que no sólo pusieron a prueba su liderazgo, sino que también marcaron la transición hacia la siguiente administra­ción, dejando lecciones valiosas sobre la importanci­a de la resilienci­a gubernamen­tal, la adaptabili­dad y la necesidad de mantener un diálogo abierto con todos los sectores de la sociedad.

El legado de estos sexenios demuestra que, más allá de las políticas individual­es, la gestión de las crisis y la capacidad para unir a un país son los verdaderos desafíos que definen el “síndrome del sexto año”. La historia nos muestra que la fortaleza de una administra­ción se mide no sólo por sus éxitos, sino también por su capacidad para navegar las aguas turbulenta­s del último año en el poder.

Hasta el momento, todo parece indicar que una manifestac­ión del síndrome del sexto año de AMLO será su insistenci­a en seguir dividiendo al País y hacernos creer que el Gobierno de Claudia Sheinbaum, si ella gana la elección del 2 de junio, será sólo una continuaci­ón del suyo. El rompimient­o entre ambos, que muy probableme­nte se dará, caracteriz­ará el fin de su Gobierno.

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