El Imparcial

MARÍA AMPARO CASAR

- María Amparo Casar es licenciada en Sociología por la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, maestra y doctora por la Universida­d de Cambridge. Especialis­ta en temas de política mexicana y política comparada.

Irresponsa­bles, electorera­s y autoritari­as

Pues ya está. Las candidatas no pueden hablar en intercampa­ña de sus proyectos de Nación, pero López Obrador le hace la caridad y/o la trastada a Sheinbaum de plantear el suyo bien clarito. El paquete de reformas presentado el 5 de febrero es el proyecto de Nación que, de ser aprobado, amarrará y servirá a la candidata oficial.

¿Favor o puñalada? Las dos. Un favor porque muchas de las reformas son populares y atraen el voto: Más dinero -no más oportunida­des- en el bolsillo de los mexicanos en plena época electoral. La “venta” de las reformas es parte del piso disparejo de la elección de 2024 o, como decíamos antes, de la elección de Estado que ha montado el Presidente.

Una puñalada porque dejan claro quién manda y quién pretende seguir mandando. Cualquier viso de independen­cia de la candidata oficial quedó sepultado. Tendrá que apoyar públicamen­te cada una de las reformas planteadas por su jefe, le gusten o no. Si gana y se desvía del proyecto de López Obrador, quien seguirá siendo el líder de Morena, pues ahí estaría la revocación de mandato con tan sólo 30% de la votación para que sea vinculator­ia. Puñalada porque no será AMLO quien pague el costo financiero de las reformas ni de sus consecuenc­ias políticas.

En los próximos días iremos desmenuzan­do las iniciativa­s, pero de su mera enunciació­n la conclusión es inevitable: Electorera­s, irresponsa­bles y antidemocr­áticas.

Electorera­s e irresponsa­bles porque plantean la constituci­onalizació­n de derechos económicos tan irresistib­les desde el punto de vista del voto, como irresponsa­bles desde el punto de vista de su sustentabi­lidad económica. No van acompañada­s de una reforma fiscal del calado necesario que las haga viables. También porque ponen en un predicamen­to a la oposición que, si se niega a que los pensionado­s se jubilen con el 100% de su salario, a que el salario mínimo se empareje con la inflación, o a que los jóvenes que no estudien ni trabajen tengan un ingreso mínimo garantizad­o, serán tildados de ir en contra de los intereses de quienes menos tienen. Las que he alcanzado a leer dejan muchos cabos sueltos, pero su principal problema es que van en contra de otro precepto constituci­onal: Para la aprobación del gasto se deberán decretar las contribuci­ones para cubrirlo. ¿Cómo le van a hacer?

Más dañinos son los cambios a la estructura política. De aprobarse sí estaUnidos. ríamos frente a un cambio de régimen. Un cambio que nos aleja del fortalecim­iento de la democracia y nos acerca al autoritari­smo.

Hasta ahora podíamos hablar de una fuerte concentrac­ión de poder en el Ejecutivo, las más de las veces por la vía ilegal. La aprobación de las reformas llevaría a la constituci­onalizació­n del autoritari­smo definido de la manera más simple posible: Que prive la voluntad política de quien ocupe la silla presidenci­al. La constituci­onalizació­n del poder de los poderes.

Que quede claro, pasen o no, que es la declaració­n de intencione­s del Presidente. Una declaració­n que dice mucho o todo de las intencione­s autoritari­as del Presidente. Destacan tres. Todas ellas conducente­s a la resurrecci­ón del hiperpresi­dencialism­o.

Primero, la restitució­n de las reformas electorale­s que benefician al partido en el poder y debilitan a las autoridade­s electorale­s árbitro electoral. Para muestra un botón que debería alarmarnos.

En la elección de diputados de 2018, Juntos Haremos Historia obtuvo 218 de los 300 distritos. En ausencia de plurinomin­ales como plantea la iniciativa de AMLO se hubiera llevado 73% de la Cámara. En el caso del Senado, la coalición de Morena ganó 50 senadores de mayoría. De haber estado vigente la nueva reforma habría tenido 78% del Senado. Clarito: La vuelta al partido hegemónico.

Segundo, se acabaron los órganos autónomos que ejercían un contrapeso, despolitiz­aban ciertas áreas de política pública y defendían ciertos derechos: Transparen­cia, rendición de cuentas, competenci­a, la evaluación de programas. Los que quedan, sujetos a elecciones cuando justo lo que se buscaba era que no dependiera­n del poder de los poderes.

Por último, pero quizá lo más dañino, una reforma al Poder Judicial que pretende entre muchas otras cosas, ligar de manera indisolubl­e, a la Suprema Corte de Justicia, al Tribunal Electoral y a los magistrado­s de circuito y jueces de distrito a los procesos político-electorale­s y a la política partidaria. Tanto criticar durante tantas mañaneras a la partidocra­cia para poner en sus manos a órganos autónomos y poderes como el Judicial.

No sólo eso sino que, además, tratándose de controvers­ias constituci­onales y de acciones de inconstitu­cionalidad respecto de normas generales, ya no se podrá suspender la norma cuestionad­a hasta que no se discuta el fondo. Habrá también un Tribunal Disciplina­rio, electo por el pueblo, para castigar a los jueces “malos”.

Supongo que la mayoría de las reformas que afectan al régimen político no pasarán. No las querría en ninguna circunstan­cia. Ni si gana Xóchitl, ni si gana Claudia.

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