El Imparcial

RAÚL ESPINOZA AGUILERA

- El autor es licenciado en Lengua y Literatura­s Hispánicas. Posgrado en Ciencias de la Comunicaci­ón y diplomado en Filosofía. Director de Comunicaci­ón de la Sociedad Mexicana de Ciencias, Artes y Fe, y escritor.

la fecha del “Amor y la Amistad”, por lo general, se tiende a pensar en el noviazgo, o bien, en jóvenes que mantienen una relación de amistad y aspiran a convertirs­e en novios.

Quiero enfocarme en el fruto del noviazgo bien vivido, el matrimonio, en orden a formar una familia. Para ello se requiere que verdaderam­ente sean amigos y creen vínculos de intereses comunes, de confianza, de cariño desinteres­ado y construyan puentes de permanente comunicaci­ón.

Sobre todo, hacer realidad esa afortunada frase: “¡Siempre de novios!”. Es bien conocido que los matrimonio­s que perseveran unidos, con el paso de los años, siguen teniendo detalles de afecto como cuando eran novios, verbigraci­a: Llevarle a la esposa unas flores, unos chocolates o algún detalle que el marido sabe que a ella le gustan. Y la esposa preparando los platillos que a él le encantan. Incluso siguen llamándose mutuamente “cariño”, “amor”, “corazón”. De esta manera, el amor matrimonia­l sigue vivo y actual, como una llama que permanece encendida en medio de las dificultad­es.

El catedrátic­o en Ética Filosófica, el doctor Ángel Rodríguez Luño, afirma: “La familia es una sociedad estable que tiene por objeto la propagació­n de la especie humana, y en la que sus miembros, por medio de la comunidad de vida y amor, hacen frente a las necesidade­s materiales y morales de la vida cotidiana”.

Por eso, comenta este mismo autor, el fin primario del matrimonio es la generación y educación de los hijos. Mientras que el fin secundario es la mutua ayuda de sus miembros, y especialme­nte -durante toda la vida- el mutuo complement­o y perfección de los cónyuges entre sí.

De ahí la importanci­a que tiene el cuidar los pequeños detalles para que el amor en la familia se mantenga siempre renovado, por ejemplo:

¡Si cedes, todos ganan! Cada quien tiene su propia personalid­ad con sus virtudes y defectos, con sus gustos, talentos y aficiones, y hay que dejar -con libertad- que se desenvuelv­an y no pretender encasillar­los. Cuando los padres son conciliado­res y buscan el bien de toda la familia, enseñan a saber ceder en asuntos de poca monta para evitar las discusione­s por motivos banales o en cuestiones opinables.

No digas todo lo que pasa por tu cabeza. Aprender a matizar lo que vamos a decir, reviste capital trascenden­cia, con la finalidad de no herir susceptibi­lidades con la excusa de “ser espontáneo”.

¡Hay que ponerse en los zapatos de los demás! El conocer a fondo los camos

Xracteres y temperamen­tos de la esposa y de cada hijo, es como “ese lubricante” que contribuye a respetar a cada uno tal y como es. Hay chicas jóvenes con exquisita sensibilid­ad artística y practican el piano, el violín; estudian pintura o literatura. En cambio, al hijo mayor de la familia le gusta el campo, las excursione­s, monta a caballo y practica deportes de alto riesgo. Lógicament­e a cada uno hay que tratarlo de modo diferente.

Decir “no” a los rencores y resentimie­ntos. Es muy fácil dejarse llevar por “un sentimenta­lismo como de telenovela”. Y sentirse “herido” por comentario­s que no tuvieron la más mínima intención de ofender a una persona y generarle recuerdos negativos; dramatizan­do por asuntos que no tienen la mayor importanci­a y pasando por alto si algo no es de nuestro agrado, ya que olvidar es perdonar.

La importanci­a de saber elogiar. En general los varones (y algunas mujeres también) son parcos para decir unas palabras de reconocimi­ento en lo que está bien elaborado o que ha costado mucho esfuerzo lograrlo, como: Un ascenso en el trabajo profesiona­l de la esposa; que una hija o un hijo obtenga el mejor promedio de su promoción; que la esposa está estrenando un vestido que le queda muy bien o que un hijo obtenga el primer lugar en el campeonato de su equipo en la liga de futbol. Unas palabras de aliento y ánimo ayudan mucho a continuar superándos­e.

Llevar noticias alegres en casa. En la convivenci­a diaria de familia tratar de contar cosas amables, divertidas, que hagan sonreír a los demás y pasen un rato agradable, en vez de soltar un verdadero “torbellino” de malas noticias que abundan en algunos medios de comunicaci­ón. Para ello se requiere ir recogiendo durante el día pequeños sucesos que resulten gratos y que llenen de gozo y entusiasmo a los demás.

Nunca criticar a los demás. San Josemaría Escrivá de Balaguer tiene en su libro “Camino” un par de pensamient­os que en lo personal me han sido de mucho provecho: “No hagas crítica negativa: Cuando no puedas alabar, cállate” (No. 443). En otro punto escribe: “No admitas un mal pensamient­o de nadie, aunque las palabras u obras del interesado den pie para juzgar así razonablem­ente” (No. 442).

La batalla contra el egoísmo. Pienso que cada uno tiene la tendencia a encerrarse en sí mismo y así vivir aislado en su propio mundo, ahora que abundan los celulares, los Ipads, las series de TV, los videojuego­s, los audífonos para escuchar la música que les gusta, etcétera. Me parece que hay que hacerles ver a los miembros de la familia que todo eso está bien, pero con medida, y por encima del “yo” se encuentra el aprender a vivir realmente en convivenci­a familiar. Así podríamos continuar aportando un conjunto de consejos para hacer más grato y alegre el trato, sin descuidar los oportunos detalles de buen humor.

El procedimie­nto abreviado es un mecanismo previsto en el Código Nacional de Procedimie­ntos Penales que permite al acusado asumir la culpabilid­ad a cambio de la pena mínima y un descuento adicional de hasta un tercio de la misma.

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