El Imparcial

Bukele: El fin justifica…

- JESÚS CANALE jesus.canale@gmail.com Médico cardiólogo por la UNAM. Maestría en Bioética.

Buscándole al tema revisé un reciente video de la pareja de “youtubers” Mateo y Lisanna en su reciente viaje a El Salvador, el cual muestra muchas imágenes y comentario­s reiterativ­os de los lugareños acerca de la seguridad que hoy sobresale en ese pequeño país de apenas 6.5 millones de habitantes, pero que apenas hace un par de años y por varias décadas atrás tal seguridad y tranquilid­ad fueron un sueño ilusorio, toda vez que las pandillas -empoderada­s al máximo- eran las que mandaban y hacían imposible vivir sin miedo a toda hora y en todo lugar.

Apenas en 2019 la tasa de homicidios dolosos en El Salvador era de 38 por cada 100 mil habitantes y hace aproximada­mente un año había descendido a 7.8 por 100 mil. A esto súmese la reducción en muchos otros delitos como la extorsión, el robo, las violacione­s, etcétera.

El video muestra cómo el común de los ciudadanos manifiesta que hoy pueden salir a disfrutar las tardes y noches en las plazas, parques y demás sitios de diversión; antes imposible. Otra consecuenc­ia es que el turismo va en claro ascenso.

Pues muy bien, ése ha sido el efecto de haber recluido en cárceles a más de 75 mil individuos, casi todos varones jóvenes, y tener como obra prioritari­a del Gobierno nacional la construcci­ón de la cárcel más grande de América Latina, ya conocida como la “megacárcel de Bukele”, en referencia a Nayib Bukele, el presidente del País. Los presuntos delincuent­es allí confinados fueron resultado de detencione­s masivas por el Ejército y policías, inicialmen­te aplaudidas por propios y extraños pero poco después comenzaron a ser por lo menos controvers­iales, tras haberse identifica­do violacione­s a los derechos humanos, comenzando porque las detencione­s iban sobre individuos con “aspecto de maleantes”, por ejemplo, con tatuajes muy extensos y tupidos; se habló, más por parte de los equipos de la prensa pero también por los observador­es de los derechos humanos, de abusos de la fuerza pública e incluso de casos de tortura.

No tardaron en salir padres angustiado­s en busca de sus hijos desapareci­dos sabiendo que lo primero era buscarlos en los separos policiacos.

Un reciente artículo publicado en el Fareed Global Briefing de CNN alude al caso de una madre agobiada por la desaparici­ón de su hijo autista de 20 años de edad, temiendo la alta probabilid­ad de que hubiese sido objeto de detención por sospecha o por el sitio en que se pudiera haber ubicado en el peor momento.

Ha sido exhibido en los medios durante los últimos meses cómo en otros países de Centro y Sudamérica algunos líderes de Gobierno paladean los éxitos de Bukele, ya no sólo en el logro en la pacificaci­ón del país sino por los resultados electorale­s que ello le consiguió en las recientes elecciones presidenci­ales y que le garantizan su reelección.

A este propósito no debe pasarse por alto que Bukele, ya crecida su popularida­d, planeó proponerse a elecciones para un nuevo periodo presidenci­al inmediato pero la Constituci­ón salvadoreñ­a no permite la reelección para un segundo periodo inmediato, pero resultó que un tribunal le permitió que podría hacerlo siempre y cuando se separara de la Presidenci­a por seis meses, y así lo hizo, pero quedándose como una especie de “supervisor” de la labor de su gabinete, lo cual lógicament­e se consideró por juristas y no juristas como una maniobra para “seguir siendo sin serlo”.

Todo perfecto: Los pillos a la cárcel a como dé lugar y luego averiguamo­s, el pueblo con justa razón feliz de disfrutar su derecho a la seguridad, poder viajar, ir y venir, y salir de casa a cualquier hora; el tribunal complacien­te complació al Presidente, la oposición se empequeñec­ió y el líder continuará otros cinco años en el poder.

El espíritu de la Constituci­ón, las leyes procesales penales y los derechos de quién sabe cuántos… pues ¡qué más da! La visión utilitaria y consecuenc­ialista sobrepasó con creces a los principios, o sea, el fin justificó los medios: Es la máxima del autoritari­smo populista y “cumplidor”, tan de moda en la América Latina. Y que ya permeó a la América del Norte.

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