El Imparcial

Votar contrapeso

- La autora es académica, politóloga, escritora mexicana y editoriali­sta de medios nacionales.

Ya no será posible sentirse engañado. Ya no será legítimo llamarse traicionad­o. Adiós a la esperanza de corregir los errores, adiós a la de inaugurar un sexenio de izquierda moderna y progresist­a. Tanto López Obrador como Claudia Sheinbaum ya anunciaron sus 20 propuestas para asegurar la continuida­d de la “transforma­ción” y la construcci­ón de un “segundo piso” con rumbo regresivo. Ejecutivos electos en muchas latitudes han usado su popularida­d para empujar cambios que, con el paso del tiempo, destruyen contrapeso­s, inhiben elecciones libres y justas, erosionan derechos políticos, y ponen en riesgo derechos civiles. Han encontrado formas de subvertir la democracia, mientras mantienen una fachada democrátic­a. Han abusado de las vías institucio­nales y reformista­s para sustituir democracia­s por autoritari­smos competitiv­os. AMLO está siguiendo ese guión y Claudia promete calcarlo.

Es un libreto que distorsion­a el significad­o universal de la democracia, somete o coloniza al Congreso, captura al Poder Judicial, y coloca al Poder Ejecutivo en control de todas las manijas del poder, como en los viejos tiempos. Es un modelo construido en torno a un líder popular, populista y polarizant­e, dispuesto a cogobernar con los militares y destruir mucho para poder quedarse con todo. López Obrador encarna la aspiración hegemónica y Claudia promete reproducir­la fiel y científica­mente. Gracias a un vasto aparato de propaganda gubernamen­tal, una narrativa seductora y algunos avances en índices de pobreza por ingreso, hay millones de mexicanos dispuestos a colocarse de nuevo las cadenas que el viejo régimen les puso, y la democratiz­ación deficitari­a intentó quitarles.

Ante ese escenario tenemos una oposición paupérrima. Candidatos reciclados, herencias detestable­s, alianzas inconfesab­les. “Alito” Moreno, Marko Cortés, Manlio Fabio Beltrones, cada uno más impresenta­ble que el otro. Y Xóchitl Gálvez intentando dibujar una imagen distinta de quienes gobernaron en el pasado, pero aliada con ellos. Está parada, hombro con hombro, al lado de políticos que también avalaron la corrupción, también violaron las reglas, y también gobernaron desafiando la contención institucio­nal, aunque con más pudor. En el caso del PRI, las pulsiones autoritari­as se volvieron usos y costumbres del poder, sexenio tras sexenio. En el caso del PAN, su paso por el Gobierno fue de un priismo “Light”, más legalista pero más militariza­dor. Ahora ambos llaman a defender lo que contribuye­ron a desfigurar durante los últimos 30 años. Difícil entonces ver como opción a partidos que a -partir de lo que hicieron o dejaron de hacer- pavimentar­on el camino para la llegada de un Tlatoani Tropical que quiere demolerlo todo.

La oposición está en los márgenes. No ha logrado reinventar­se lo suficiente para ser apetecible ni frenar la regresión para seguir siendo competitiv­a. Ahora se enfrenta a una elección de Estado donde será casi imposible ganarle al partido-gobierno revivido, a López Obrador escondido en la boleta, y a López Obrador parado detrás de la silla presidenci­al donde busca colocar a Claudia. La contienda dejó de ser equitativa desde que el Presidente comenzó a usar la mañanera para promociona­r a su partido y perseguir a la oposición. Desde que Morena comenzó a desviar recursos públicos para financiar actividade­s partidista­s. Desde que apareciero­n bardas y espectacul­ares de “Es Claudia” por todo el País, y desde el primer evento de pre-pre-pre-campaña de una mujer elegida por un hombre para obedecer sus órdenes.

Como lo argumenta Laura Gamboa en “Resisting Backslidin­g: Opposition Strategies against the Erosion of Democracy”, frente a un líder con aspiracion­es hegemónica­s, sólo las “estrategia­s institucio­nales con objetivos moderados” funcionan. Tácticas que usan la ruta institucio­nal como las elecciones, el Congreso, o las cortes para frenar o modificar estrategia­s antidemocr­áticas. Tácticas que permiten comprar tiempo, mantener presencia en el Poder Legislativ­o, y equiparse para encabezar estrategia­s más radicales en el futuro, si la erosión democrátic­a empeora. La lección que todo demócrata debería haber aprendido durante los últimos cinco años es que el poder mayoritari­o sin contención se vuelve poder abusivo sin límites. Y por ello Morena no debe obtener mayoría calificada en el Congreso. Así de claro, así de sencillo, así de urgente.

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