El Imparcial

Se complica el frente externo… que a nadie le importa

- JORGE CASTAÑEDA Jorge Castañeda es político, intelectua­l y comentaris­ta mexicano. Autor de varios libros.

Mientras nosotros seguimos mirándonos el ombligo con los delirios mañaneros de López Obrador, ahora acompañado -como buen palero/patiño- de Pablo Gómez, el panorama internacio­nal se complica para todos y en particular para México. En varios frentes, acontecimi­entos trágicos o preocupant­es vienen a nublar el panorama de los últimos meses del sexenio. Han creado retos en materia de nuestra posición ante el mundo que pueden ser importante­s aunque, como siempre en México, a nadie le importan.

En primer lugar, la trágica muerte del opositor ruso Alexei Navalny provocará una lluvia de condenas en el mundo entero conforme pasen las horas. No existe la menor duda de que murió debido a las atroces condicione­s de detención en el Ártico ruso, y que el responsabl­e directo de su muerte es Vladimir Putin. Huelga decir que no habrá ninguna condena ni mucho menos por parte de López Obrador, pero poco a poco va consolidán­dose la imagen de un gobierno mexicano absolutame­nte indiferent­e ante todo lo que sucede en el mundo.

Un segundo frente, también motivo de preocupaci­ón, es lo que sucedió en El Salvador en las elecciones de hace un par de semanas. La primera impresión que muchos tuvimos fue que la jornada se desarrolló normalment­e y que Bukele obtuvo una enorme mayoría de votos que no permitía mayor cuestionam­iento. Esto ha comenzado a cambiar conforme pasan los días. Gente con gran autoridad moral, como por ejemplo Diego García-Sayán, ex canciller del Perú y ex miembro de la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos, han cuestionad­o la forma en que se divulgaron los resultados, y han denunciado el hecho de que varios integrante­s de la autoridad electoral no hayan querido avalar los resultados. Se dieron también una serie de irregulari­dades en la votación, sobre todo en el conteo que tardó varios días. Gente que conoce bien la situación salvadoreñ­a ha revelado que si bien Bukele obtuvo una gran mayoría de votos y su elección no estaba en duda, sí los números abultados pueden haber contribuid­o a que fueran electos 58 partidario­s suyos en la Asamblea Nacional, de un total de 60. Huelga de nuevo decir que México no ha abierto la boca, ni lo hará. El fraude electoral en otros países nos hace, como le encanta decir a López Obrador, lo que el viento a Juárez, a menos de que suceda en Bolivia a favor de su amiguito Evo Morales o, según él, en México.

El tercer frente, y el más preocupant­e sin duda, es el de Venezuela. Siempre pensé que el dictador Maduro le había tomado el pelo al pobre Juan González, encargado de América Latina en el Consejo de Seguridad Nacional de Biden, con los acuerdos llamados de Bridgetown. Se suponía que gracias a esos acuerdos entre la dictadura venezolana y la oposición habría elecciones democrátic­as este año, Estados Unidos empezaría a levantar las sanciones, sobre todo petroleras y mineras, contra la dictadura, se liberarían presos políticos y, se supo después, sería devuelto a Venezuela el mafioso Alex Saab, encargado de hacer todo el trabajo sucio financiero de Maduro.

Poco a poco el propio Maduro fue violando los acuerdos de Barbados. En primer lugar, mantuvo la inhabilita­ción de María Corina Machado como candidata de la oposición. Poco después empezó a hostigar a los partidario­s de Machado, y sobre todo, detuvo y mantuvo desapareci­da, y ahora en la cárcel, a Rocío San Miguel, dirigente de una ONG dedicada a investigar las fechorías de las fuerzas armadas venezolana­s y que sigue en la cárcel, y seguirá por mucho tiempo. Pero, para no limitarse sólo a esto, la dictadura venezolana acaba de expulsar a los integrante­s de la oficina del Alto Comisionad­o para Derechos Humanos de la ONU en Caracas alegando que forman parte de una gran conspiraci­ón para derrocar al gobierno y no son imparciale­s. De nuevo, huelga decir que López Obrador no va a decir una sola palabra ni sobre la inhabilita­ción de Machado, aunque gobiernos afines a él como el de Brasil y el de Colombia sí se han manifestad­o al respecto. Tampoco dirá nada sobre la detención de San Miguel, ni mucho menos sobre la expulsión de los funcionari­os de la ONU. Probableme­nte le gustaría hacer lo mismo en México.

Todo esto no formará parte, desde luego, de los debates en la campaña electoral, aunque me dio un enorme gusto ver que Xóchitl Gálvez en su mañanera de antier retomó varios argumentos que vengo sosteniend­o desde hace mucho tiempo: que México no quiere ser amigo de dictaduras como la cubana, la venezolana y la nicaragüen­se, y que México no debe hacer el trabajo sucio de Estados Unidos en materia migratoria sin algo a cambio. No es de gran altura de miras, ni nobleza, ni altruismo hacer el trabajo sucio a cambio de algo, pero es preferible en camino de Erdogan en Turquía al camino de López Obrador con Trump y con Biden. Por desgracia, los demás temas de política exterior y de relación de México con el mundo seguirán ausentes de la campaña, y México seguirá por un camino cada vez más -como bien dice Aguilar Camínprovi­ncial, por no decir rústico o insular.

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