El Imparcial

DIÁLOGOS DIVERSOS La Presidenci­a

- JUAN POOM MEDINA Doctor en Ciencia Política por la Flacso-México

Es importante preguntarn­os por qué la posición o escaño presidenci­al es muy codiciado por las distintas fuerzas políticas, especialme­nte, en los países latinoamer­icanos en donde es uno de los componente­s políticos más importante de la ingeniería constituci­onal. Ser Presidente o Presidenta no tiene precio; siendo románticos (¿Por qué no? es febrero), podemos pensar que es la aspiración máxima de muchos ciudadanos, se pasa a la historia por haber dirigido los destinos del país y, principalm­ente, se trabaja por las necesidade­s de millones de votantes o ciudadanos que eligieron a un jefe (a) del Ejecutivo.

Pero detrás de cada cuento no debe faltar la verdad que conlleva la realidad. Según la literatura especializ­ada, un sistema político es presidenci­al si el Presidente es electo popularmen­te; no puede ser despedido del cargo por una votación del Congreso durante su periodo preestable­cido y; encabeza o dirige de alguna forma el Gobierno que designa. Hay un cuarto criterio asociado a que constituci­onalmente se le concede autoridad para legislar, pero este queda explícito en alguno de los tres criterios anteriores.

Entonces, si ponemos atención a cada uno de los criterios no está en duda el enorme poder que la ciudadanía otorga con su voto a quien elige, incluso con todos los defectos que contiene la fórmula de mayoría que más adelante podemos problemati­zar y analizar por separado. No es casual que en las ceremonias protocolar­ias de los eventos a los que asisten los Presidente­s o Presidenta­s sean del tipo republican­o, en donde hay que rendir pleitesía a quien dirige los destinos del país. Incluso, las atenciones aplican en el nivel sub nacional en donde destacan algunos alcaldes y alcaldesas o gobernador­es y gobernador­as que sienten que requieren de alfombra roja para atender los eventos.

Por supuesto, no tiene toda la culpa la clase política debido a que así está diseñado el sistema presidenci­al, quien gana la elección gana todo, especialme­nte, el poder que otorga el criterio de nombrar a su gabinete para gobernar es excepciona­l, es el poder para asignar, destituir, volver a nombrar, y pensar en los intereses de la nación y las suyas.

Como bien escribía el sabio profesor italiano, Giovanni Sartori, allá en la década de los años noventa: “todos los sistemas presidenci­ales han trabajado mal, excepto el de Estados Unidos”. Señalaba que los presidenci­alismos de América Latina han sido frágiles y se han instaurado golpes de Estado. Este profesor murió en abril de 2017, tres meses después de que Trump empezará a derrumbar a la democracia y al presidenci­alismo en Estados Unidos.

Lo importante es que en Latinoamér­ica el modelo presidenci­al sigue vigente, con sus fallos, con gobernante­s de todo tipo, pero elegidos, en su mayoría, por el pueblo, no por golpes de Estado. La historia del presidenci­alismo latinoamer­icano es bastante emocionant­e y compleja. No habría que dudar de que la gente que recibe bienestar en sus vidas vía políticas públicas tiende a decidir por el candidato o candidata que más se acerca a sus preferenci­as. Es el votante mediano el gran decisor, el que se ubica justo en el punto medio de una campana de Gauss.

Son tiempos para ir comprendie­ndo, vía lectura, sobre los componente­s de los sistemas políticos, especialme­nte el de México. Se trata de mejorar nuestra percepción de lo que está en juego en cada proceso electoral y decidir con libertad. Se puede empezar por dar atención a lo que las institucio­nes encargadas de organizar elecciones nos dicen cuando hablan de participac­ión electoral. Por supuesto, las escuelas juegan un papel clave en la educación cívica. La participac­ión es fundamenta­l.

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