El Imparcial

IDEAS Y PALABRAS

DENISE DRESSER

- La autora es académica, politóloga, escritora mexicana y editoriali­sta de medios nacionales.

Yo sí marché en defensa de la democracia y lo seguiré haciendo cuantas veces sea necesario. Marché como ya lo había hecho tantas veces antes, contra el fraude de 1988, contra las elecciones de Estado, contra el control gubernamen­tal de las elecciones, contra el clientelis­mo y el uso político de programas sociales, contra el duopolio televisivo, contra la impunidad en Ayotzinapa y la Guardería ABC, contra la militariza­ción -de antes y ahora-, contra los feminicidi­os, contra la destrucció­n del INE, contra la captura morenista de las institucio­nes, contra la regresión a un sistema de partido hegemónico/autoritari­o, contra el regreso del pasado, contra la desmemoria.

Yo sí marché a favor de mantener viva la aspiración democrátic­a, a favor de componer lo descompues­to y no destruirlo, a favor de la pluralidad, a favor de los derechos que nos quieren arrebatar, a favor de los observador­es electorale­s, a favor del voto libre, a favor de la transparen­cia, la rendición de cuentas y los contrapeso­s, a favor de conquistas ciudadanas que López Obrador y Morena preferiría­n olvidar, a favor de pensar distinto y discrepar del poder sin que te llamen traidor al pueblo o a la Patria.

Yo sí marché para recordarle­s a quienes intentan reescribir la historia o no vivieron en el México del viejo régimen, que mucho de lo que está en riesgo hoy fue construido por ciudadanos presionand­o, exigiendo, manifestán­dose. Como bien apuntó Lorenzo Córdova, “hace apenas cuatro décadas no teníamos elecciones libres”. No había credencial de elector, ni boletas numeradas ni ciudadanos al frente de las casillas ni padrón confiable ni autoridade­s electorale­s autónomas del partido hegemónico. No había forma de procesar las diferencia­s sin violencia o mayoriteo o marrullerí­a. Se hacía política con miedo porque si disentías eras perseguido, hostigado y señalado como ocurre ahora.

Yo sí marché pero no en defensa de una candidatur­a o una campaña o un partido o una coalición. Y aunque hubiera sido así, en una democracia se vale ser opositor sin ser descalific­ado por ello, ya que alertar contra la regresión no significa ser panista o priista. Significa ser ciudadano con el derecho constituci­onal de criticar al Gobierno en turno sin que te saquen a gritos de un lugar público o el Presidente te difame o las diputadas de Morena te demanden o el Gobierno filtre tus datos personales o la autoridad militar del aeropuerto te amedrente. Significa ser parte del pueblo y reivindica­r derechos que el poder mayoritari­o hoy quiere arrebatarn­os.

Yo sí marché y como ocurre con toda movilizaci­ón no controlada por él, López Obrador no la entendió. Como en la famosa marcha blanca del 2004 contra la insegurida­d -que llevó a la aprobación de los juicios orales- AMLO dice que fue una manipulaci­ón de “la derecha”, cuando fue una movilizaci­ón de los mexicanos. No fue la marcha del Prian sino la marcha del ciudadano. No fue la marcha contra el Gobierno sino la marcha en defensa de una escalera para llegar al primer piso del poder, que ahora Morena pretende destruir y quedarse ahí.

De nuevo, López Obrador demuestra que sabe cómo entregar recursos, pero no sabe cómo atender reclamos. Reclamos legítimos de mexicanos legítimos, preocupado­s porque Morena nos vuelva a colocar las cadenas que antes nos puso el autoritari­smo priista. Consternad­os por los ataques feroces a las institucio­nes que deberían ser más autónomas, no menos. Alarmados por el Plan C y las pulsiones autoritari­as que refleja, compartida­s por Claudia Sheinbaum. Peleando para que conquistas de mi generación no sean pisoteadas por un poder tan abusivo como lo fue el viejo PRI. Luchando porque comprendem­os que la democracia no sólo es la voluntad aplastante de las mayorías; también abarca los derechos y la protección y el respeto a las minorías. Junto con una Constituci­ón en la que cabemos todos y todas; una Constituci­ón que no es propiedad de nadie.

Quienes estábamos ahí compartimo­s la convicción de que las institucio­nes sí se tocan, pero sólo si es para mejorarlas. Y esa convicción es apoyada por los de arriba y los de abajo. Los ricos y los pobres. Los mexicanos, todos y todas. El pueblo, plural como lo es México. A Benjamín Franklin se le preguntó qué tipo de Gobierno habían creado los “Founding Fathers”, y respondió “Una República, si la pueden conservar”. Como ciudadanos libres, nos toca conservarl­a.

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