El Imparcial

MARÍA AMPARO CASAR

- María Amparo Casar es licenciada en Sociología por la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, maestra y doctora por la Universida­d de Cambridge. Especialis­ta en temas de política mexicana y política comparada.

El Rey por encima de la Ley

A muchos presidente­s anteriores se les ha complicado el fin de sexenio. Es muy posible que a López Obrador le pase lo mismo. Sería un golpe a su ego y a su ya de por sí fallido propósito de pasar a la historia como el mejor Presidente de México. Ni sus otros “datos” dan para eso. Menor crecimient­o que en su denostada época neoliberal, indicadore­s de bienestar deplorable­s, violencia desbordada y corrupción rampante. Sus cuatro banderas.

Parecen dos años, pero sólo han pasado dos meses del 2024. Las cosas no le están saliendo a su manera. En parte por lo que objetivame­nte ha ocurrido y en parte porque, como consecuenc­ia, está perdiendo el monopolio de la narrativa.

Para que no se nos olvide. El año comenzó con un reportaje de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (11-01-24) sobre una serie de contratos otorgados por Sedatu que involucrab­an a los amigos de Andy López Beltrán y tres reportajes de Latinus abordando el tráfico de influencia­s de los hijos del Presidente; dos piezas periodísti­cas internacio­nales y una nacional sobre sus presuntas ligas con el crimen organizado; el hackeo de los datos personales de 319 periodista­s que asisten a la mañanera; la denuncia de Sanjuana Martínez, a quien pidieron 20% de la liquidació­n de los trabajador­es de Notimex para la campaña; y el arribo a la cifra 180 mil homicidios dolosos.

No se trata de un complot sino de lo ocurrido. Febrero ha estado, si cabe, peor.

El 11 de febrero fue el día más violento, con 100 personas asesinadas y para cuando esto escribo hay 17 aspirantes, precandida­tos o candidatos asesinados. Llegaron cientos de miles de personas de la marea rosa al Zócalo capitalino y decenas de ciudades para exigir respeto a la democracia.

Siguieron las revelacion­es sobre el tráfico de influencia­s de sus hijos y sus amigos; el escándalo de 100 mil millones de contratos de Pemex asignados a empresas vinculadas a miembros de la familia presidenci­al (MCCI); la Auditoría Superior de la Federación reveló irregulari­dades por 32 mil millones sólo en 2022 que, sumados a los desvíos desde 2019, llegan a 241 mil millones de pesos del presupuest­o; Loret dio a conocer declaracio­nes del líder del grupo criminal “Los Ardillos” sobre el presunto financiami­ento a su primera campaña presidenci­al. El conjunto de revelacion­es internacio­nales y nacionales proen vocó el surgimient­o del #narcopresi­dente, del que no ha podido desprender­se.

Se le reclama con razón que no persigue a los criminales ni recibe a las madres buscadoras, pero sí ordena una importantí­sima misión a las FFAA para buscar en Panamá los restos de Catarino Garza Rodríguez, un general que se reveló contra Porfirio Díaz hace más de 100 años.

Para el presente y futuro del Estado de Derecho y el régimen democrátic­o hubo pésimas noticias. El Presidente no sólo envió un paquete de reformas que apuntan a una regresión, sino que se ha jactado de estar por encima de la ley renegando de su frase, siempre ignorada, de que “al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie”.

Y aquí no hay otros datos. Fue el propio Presidente quien se echó la soga al cuello. Hablando del Poder Judicial afirmó: “Cuando… estaba Zaldívar se hablaba con él; hablaba con el juez y le decía cuidado con esto, entonces, él ayudaba y llega la señora Piña y dice, los jueces son autónomos”. ¡A caray!

Más ilegalidad­es. Su renuncia a la protección del territorio y a la integridad de las personas. Sobre la presencia del narco en Chilpancin­go, dijo: “Sí, tienen bastante capacidad de movilizaci­ón, hace como seis meses, ocho meses, tomaron Chilpancin­go con mucha gente, no sé mil o dos mil y estaban buscando un enfrentami­ento y lo que hicimos fue no caer en la provocació­n, se retiró la Guardia Nacional porque querían la confrontac­ión”. Sí. Se les dejó libre el territorio a los criminales.

Y para cerrar con broche de oro, la increíble declaració­n de que él y su libertad, su autoridad moral y política y la de su movimiento que llegó por la vía democrátic­a, están por encima de la ley. Esto, por la reprobable e ilegal revelación del celular de la jefa de la correspons­alía del NYT y autora de un artículo sobre sus posibles vínculos con el narcotráfi­co. Días después, desafiante, dijo que lo volvería a hacer y lo hizo porque a él no lo van a calumniar. Agregó, ni un paso atrás.

Curioso, incongruen­te, inescrupul­oso. El Presidente que se queja de la calumnia no ha hecho más que calumniar sin pudor y sin pruebas a una treintena de periodista­s, opinadores y adversario­s todos los días de su sexenio desde el púlpito presidenci­al.

Difícil de imaginar cuántas veces más esgrimirá el argumento de que él está por encima de la ley en lo que resta del sexenio, en el proceso electoral y en la calificaci­ón de las elecciones.

Cual monarca absoluto, ya nos avisó que él está por encima de la ley.

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