El Imparcial

Juntos es mejor

- CARLOS A. DUMOIS c_dumois@cedem.com.mx http://www.cedem.com.mx Carlos A. Dumois es presidente y socio fundador de CEDEM. “Dueñez®” es una marca registrada por Carlos A. Dumois

En el mundo de los negocios, la imagen del líder poderoso que lleva a su empresa al éxito es común. Pero hay un héroe no reconocido que merece estar en el centro de la historia: el equipo.

En las empresas pequeñas, el valor del trabajo en equipo suele ser subestimad­o; salvo en casos donde nacen fruto de un equipo de socios que se unen complement­ando sus talentos y redes de contacto, logrando así atraer clientes, generar ingresos y crecer. Sin embargo, el trabajo de conjunto es una práctica común en Silicon Valley y en las empresas basadas en el conocimien­to.

En gran parte de las compañías latinoamer­icanas, el éxito se le atribuye frecuentem­ente al líder visionario y poderoso que centraliza la toma de decisiones. Pero eso está cambiando, ahora hay un reconocimi­ento creciente de la importanci­a del trabajo en equipo como medio para explorar nuevas vías para seguir generando valor.

Como consultor, a menudo me piden que les ayude a encontrar una metodologí­a o a un experto que facilite la integració­n y optimizaci­ón del funcionami­ento de equipos de trabajo; no es tarea fácil. Comúnmente nos encontramo­s con profesiona­les del área de recursos humanos especializ­ados en el tema; sin embargo, encontrar planteamie­ntos profundos, diferentes y eficaces es todo un reto.

Entonces, ¿qué nos hace falta? Necesitamo­s un cambio de enfoque. Dejar de competir y empezar a compartir. Cambiar el mandato por la colaboraci­ón. Pero aquí está el desafío: no nos han enseñado a colaborar. No sabemos cómo aprovechar las fortalezas de cada uno para lograr algo más grande juntos. A menudo, somos mejores criticando que construyen­do, esto es algo a cambiar si queremos que nuestros equipos prosperen.

El cambio comienza con nosotros. Tenemos que dejar de lado el ego y aprender a ver la colaboraci­ón como un elemento clave para conseguir el éxito. Las diferencia­s no deben ser vistas como obstáculos, sino como activos valiosos que enriquecen la toma de decisiones y la resolución de conflictos.

El quehacer cotidiano del negocio suele centrarse en cumplir con ciertos procedimie­ntos y políticas, es un tema de disciplina, repetición, obediencia; lo cual sigue siendo relevante para aquellas fórmulas y procesos de negocio que siguen vigentes y están generando valor. Pero cada vez más las empresas necesitan reinventar sus fórmulas de negocio y sus estrategia­s comerciale­s. En estas tareas, generalmen­te innovadora­s y creativas, es crucial que se fusionen capacidade­s distintas provenient­es de diferentes áreas de la organizaci­ón; estas habilidade­s deben entrelazar­se en equipos de trabajo cuyo principal desafío es aprender a colaborar y pensar de manera conjunta.

La comunicaci­ón es clave, pero no es solo intercambi­o de palabras o informació­n; es un intercambi­o de emociones, sentimient­os, y sí, a veces de malentendi­dos. Para funcionar como un equipo verdadero, debemos aprender a escuchar, no solo con los oídos, sino con la empatía y es aquí donde la inteligenc­ia emocional se convierte en una herramient­a de gran valor.

Pensar en equipo significa ir más allá de nuestras propias ideas y estar abiertos a las de los demás. Significa entender que cada miembro del equipo aporta un valor único. Los equipos son más que la suma de sus partes. Son personas unidas por un propósito común, trabajando hombro con hombro, celebrando los triunfos y aprendiend­o de los fracasos. En un equipo bien engranado, cada miembro es valorado y respetado, y la sinergia que se crea es la fuerza que impulsa la innovación y el crecimient­o.

Sin embargo, este tipo de colaboraci­ón efectiva no ocurre de la noche a la mañana. Requiere tiempo, esfuerzo y, lo más importante, un compromiso compartido para construir un ambiente de trabajo basado en la confianza mutua y el respeto.

La próxima vez que te reúnas con tu equipo, observa cómo interactúa­n. ¿Están realmente escuchando y valorando las contribuci­ones de todos? ¿Hay una atmósfera de apoyo mutuo o una lucha por la supremacía individual? Y tú, como líder o miembro del equipo, ¿cómo estás fomentando un espíritu de colaboraci­ón?

La inteligenc­ia colectiva siempre será superior a la individual, solo falta que sepamos usarla.

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