COMPARTEN SU DANZA Y SU CLAMOR POR LLUVIA
Huapangos norteños que contagian de alegría, máscaras rojas con cuernos que de repente arrancan un buen susto, y fuertes latigazos arremetidos contra el suelo...Son los “viejos chicaleros” que sorprendieron al traer a Monterrey la danza que desde hace más de 200 años es parte del clamor por la lluvia y por abundantes cosechas, y decenas de paseantes en el Barrio Antiguo detuvieron su caminar para admirar un espectáculo pocas veces visto en la Ciudad.
Considerados una de las expresiones culturales con mayor arraigo en Nuevo León, los chicaleros rara vez salen de su lugar de origen, el ejido de San Francisco de los Blancos, en Galeana.
Pero en esta ocasión su visita fue una invitación con motivo del Día del Patrimonio de Nuevo León, celebrado en una jornada que enlazó a más de 100 actividades culturales en la ciudad, y también para la presentación en la Cineteca Alejandra Rangel Hinojosa del documental “Chicaleros: el llamado de la lluvia”, dirigido por Flor Matías y David Herrera.
“Lo que busca la danza de los chicaleros es hacer un ritual pidiendo a la naturaleza, al Creador, buena lluvia y buenas cosechas”, explicó Herrera, antropólogo visual de origen guatemalteco, quien en los últimos cinco años documentó el trabajo y la historia de los chicaleros.
La tradición dice que cada Semana Santa, grupos de hombres confeccionan con sacos de ixtle sus pantalones y camisolas, un atuendo que junto con una gran máscara de cartón, hojalata o piel de chivo, configura la vestimenta de los chicaleros, quienes en cuadrillas recorren con sus coreografías y zapateos la comunidad.