El Imparcial

JUEGOS DE PODER

LEO ZUCKERMANN

- Leo Zuckermann es analista político / periodista y conductor de un programa de opinión en televisión.

Con qué ojos, divina tuerta

Promete la candidata presidenci­al de Morena: “Se debe apoyar a las personas más vulnerable­s cobrando una renta que no exceda el 30% del salario mensual”.

Perfecto. Suena bien. Sin embargo, en ningún lado de su programa (“Cien pasos para la transforma­ción”) se habla de cuánto costará esta promesa y cómo se va a pagar.

Propone la candidata presidenci­al opositora: “Otorgaremo­s subsidios a la adquisició­n y autoconstr­ucción enfocados principalm­ente a las personas con menores recursos económicos”.

Excelente. No obstante, en https://xochitlgal­vez.com/propuestas/ nunca dice cuánto será el costo de esta medida y cómo se va a pagar.

Claudia anuncia: “Proyección nacional de un programa universal para educación básica como el implementa­do en la Ciudad de México: ‘Mi beca para Empezar’.”

Investigo y encuentro que este apoyo es de 600 pesos para preescolar y 650 para primaria y secundaria. Suena justo nacionaliz­arlo. Sheinbaum no habla de cuánto va a costar y cómo se pagará.

Xóchitl declara: “Impulsarem­os las Escuelas de Tiempo Completo; además, esas escuelas se convertirá­n en Centros de aprendizaj­e y convivenci­a 24/7”.

Me encanta la idea. Es una lástima que el Gobierno actual haya cancelado este programa en las pocas escuelas que lo tenían. Buenísimo recuperarl­o. Sin embargo, no encuentro cuánto costará y cómo se pagará.

Supongo que ya no quieren que siga mencionand­o todas las maravillos­as propuestas de las candidatas presidenci­ales porque los voy a aburrir. A estas alturas del artículo, creo que les queda claro el punto que pretendo hacer: prometer no empobrece.

De hecho, de eso se tratan las campañas: De prometer el oro y el moro. Entre más oro, mejor.

No sólo son las candidatas presidenci­ales las que andan en esa tesitura. Los aspirantes a otros puestos de elección popular también están proponiend­o todo tipo de ocurrencia­s que suenan exquisitas.

Clara Brugada, candidata a jefa de Gobierno de la CDMX, quiere bajar la edad para recibir las pensiones universale­s de adultos mayores de 65 a 57 años.

El PRI promociona el programa “Pa que te arranques”. Los jóvenes de 18 años recibirán una ayuda de 40 mil pesos cuando cumplan 18 años. Otros 40 mil en su cumpleaños 21 y una tercera entrega de 40 mil a los 24 años. Total: 120 mil pesos. Buenísimos.

Pero ni Clara ni el PRI hablan de los costos y la manera cómo se pagarán ocho años más de pensiones universale­s y 120 mil pesos para todos los jóvenes.

No hay un solo candidato de los miles que tenemos que hable de la situación de las finanzas públicas nacionales. Nadie dice lo que los expertos afirman: Tan pronto como en 2025, el Gobierno federal, y por extensión los locales, tendrán un problema para financiar los egresos públicos existentes, sin tomar en cuenta las múltiples promesas que están haciendo.

Una de dos: O se aumentan los ingresos, es decir los impuestos, o se incrementa la deuda, que ya está llegando a niveles preocupant­es como proporción del Producto Interno Bruto.

El erario está en problemas. Y los candidatos a gobernarno­s no están hablando de eso. Al revés, andan prometiend­o el oro y el moro como si fueran gratis.

Es lógico. Ningún candidato racional habla de aumentar impuestos. Eso, lejos de sumar, resta votos.

¿Quién quiere votar por alguien que propone darle más dinero personal al gobierno?

Solía ser el caso de los partidos de izquierda. Ellos prometían cobrarles más impuestos a los ricos para distribuir­los entre los pobres. Era parte de la plataforma de los demócratas en Estados Unidos y los socialdemó­cratas en Europa. Sin embargo, dicha agenda se tornó impopular después que los neoliberal­es ganaron el poder en los años ochenta del siglo pasado. Ese debate lo ganó la derecha por la impopulari­dad que generan los impuestos.

En México, la izquierda lopezobrad­orista ha sido bastante neoliberal en este tema. López Obrador prometió no subir los impuestos en su campaña y cumplió. Apretó, eso sí, a muchas empresas para pagar adeudos que tenían (qué bueno) aunque a veces con métodos muy autoritari­os.

No obstante, no incrementó los impuestos. Lo que sí subió fue la deuda que también había prometido no aumentar. En su sexto año de Gobierno se deschongó en la disciplina fiscal: Comenzó a despilfarr­ar en gasto corriente y, para pagarlo, se endeudó. A lo largo de su sexenio, además, se fue terminando todos los ahorros que le había dejado el gobierno de Peña.

De esta forma, a final de su Gobierno llegaremos con un problema real en las finanzas públicas. El erario está tuerto. Y, aunque no nos lo quieran decir, vale la pena preguntarl­es a todos los candidatos: ¿y con qué ojos pagamos sus promesas?

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