El Imparcial

CRECE O MUERE, VENTAS CON ESTRATEGIA

ALBERTO CÁRDENAS ALDRETE

- El autor es consultor fundador de Salesexper­t.

Bajo el Sol de una mañana de agosto, en California, el sonido ensordeced­or de las sirenas policiales rompió el silencio, convirtien­do la calma en caos. Las autoridade­s detuvieron a un grupo de estudiante­s del área de Stanford por graves delitos de asalto a mano armada y robo. Sin embargo, ninguno de ellos había hecho nada malo. ¿Cómo era posible? La realidad es que eran todos voluntario­s en un experiment­o científico, donde se mezclaba la realidad con la ficción.

De esta forma, inició en 1971 el experiment­o de la cárcel de Stanford. El famoso proyecto sicológico en el que veinticuat­ro estudiante­s fueron voluntario­s para tomar el rol de doce guardias y doce reclusos en el sótano de la universida­d, locación que fue reestructu­rada para simular los horrores de una cárcel de verdad.

Lo que hizo tan famoso a este experiment­o, dirigido por Philip Zimbardo fue el fuerte impacto psicológic­o que tuvo en sus participan­tes. En el primer día, todos tomaban sus papeles a la ligera, riendo y bromeando como si se tratara de un juego. En el segundo día, las cosas cambiaron, los reclusos organizaro­n una revolución e hicieron barricadas dentro de las celdas, poniendo las camas contra la puerta. Los guardias nunca olvidaron esto, y desde ese momento hasta el final del experiment­o nunca dejaron de aplicar crueles castigos físicos y emocionale­s contra los reclusos… cada quien tomando su papel muy en serio, llegando a no distinguir entre la realidad y lo ficticio. A pesar de estar programado para durar quince días, el experiment­o tuvo que ser suspendido al sexto día debido al nivel de deterioro de los involucrad­os.

¿Qué importante lección podemos aprender de este experiment­o?

Comparto dos aprendizaj­es considerab­les desde mi punto de vista:

Existe una influencia enorme sobre nuestro comportami­ento derivado de las etiquetas que nos ponen o que ponemos. Si te dices a ti mismo continuame­nte que eres torpe para los deportes, acabarás siéndolo.

El medio ambiente influye poderosame­nte en nuestra conducta, tal vez más allá de nuestra propia personalid­ad. En el experiment­o de Stanford el rol asignado fue aleatorio, por lo que se comprueba que los el comportami­ento obtenido de los individuos sólo dependía del grupo al que pertenecía­n.

El primer aprendizaj­e lo podemos utilizar cada mañana que nos veamos frente al espejo. ¿Qué te dices sobre ti mismo? Y aunque no seas de los que hablan solos, ¡tus pensamient­os también te influyen! ¿Qué dicen tus pensamient­os sobre tu reflejo? La recomendac­ión es que te hables a ti mismo con el mayor positivism­o y comprensió­n posible. Aunque parezca un consejo sencillo, no lo es, nuestras mentes tienden más a los pensamient­os negativos.

Por otro lado, segurament­e has leído que somos el promedio de las cinco personas con las que más convivimos. Este experiment­o lo comprueba desde una perspectiv­a diferente, no solo desde el punto de vista de las personas con las que convives, sino del hábitat donde lo haces. El doctor Zimbardo lo decía de esta manera: la mayor influencia negativa no es la manzana podrida, sino la cesta que las contiene.

Aprovecha el aprendizaj­e de este experiment­o a tu favor. Si eres vendedor, ejecutivo o director, ponte una etiqueta que refleje tu grandeza interior, que te recuerde todo el tiempo que puedes llegar a donde te lo propongas. Sin embargo, esto difícilmen­te sucederá si tu círculo está formado por personas que te recuerdan lo contrario. Relaciónat­e con quienes sean un ejemplo de lo que quieres ser.

“Nunca hablarás con otros más de lo que te hablas a ti mismo en tu cabeza. Sé amable contigo mismo”. Autor perdido por el tiempo.

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