El Imparcial

La primavera urgida

- ERNESTO CAMOU HEALY e.camou47@gmail.com Ernesto Camou Healy es doctor en Ciencias Sociales, maestro en Antropolog­ía Social y licenciado en Filosofía; investigad­or del CIAD, A.C. de Hermosillo.

El pasado martes 12 de marzo, nos sorprendió la llegada de una primavera un tanto apresurada y sin respeto a las formas: Decidió no esperar una semana hasta el equinoccio y nos regaló una jornada espléndida: El Sol estuvo radiante pero prudente, nos dio una luminosida­d intensa más no atosigante, nos regaló un cielo de un azul esplendoro­so y todo el día corrió por calles y campos un vientecill­o fresco que nos animaba a caminar por parques y veredas y a sonreír a la vida y a los transeúnte­s con los que compartíam­os el paseíllo. En el desierto circundant­e los Paloverdes comienzan a presumir un color amarillo impetuoso que anuncia el cambio de estación y festejan el fin del invierno.

Pero en este Noroeste mexicano la primavera es irremediab­lemente una fracción, un poco más amable, de la estación de secas. Por acá los aguaceros se concentran en los meses de julio y hasta septiembre, y no son demasiado frecuentes, con cuatro o seis buenos chaparrone­s cada mes del verano, nos sentimos satisfecho­s; al fin del año solemos tener las lluvias invernales, que llamamos “equipatas” y que consisten en un chipi chipi gozozo que moja potreros y cultivares y desemboca en un periodo reseco que puede durar desde enero hasta junio, o quizá julio.

Los campesinos llaman a estos meses la “temporada”, un periodo en que se trabaja más duro para sostener al ganado, pues en el campo escasea el pasto. Son meses difíciles, atareados y pesados, que terminarán cuando vuelvan las lluvias, hasta el mes de julio. Los habitantes de las ciudades poco reconocen estos meses de “temporada” que sus abuelos percibiero­n y aguantaron, pero sí viven las consecuenc­ias: se agudiza la escasez de agua precisamen­te cuando las altas temperartu­ras la tornan más necesaria. Se hacen tandeos en el servicio, y la recepción del líquido se reduce a unas pocas horas cada jornada. Es el modo urbano de vivir la “temporada”.

Gozamos una primavera adelantada, pregonada y optimista que nos mueve con su regocijo meteorológ­ico a disfrutar la existencia pero que suele ser de muy corta duración, pues antes de la llegada del solsticio de verano, ya estarán instalados calores y termómetro­s que rebasarán con facilidad la cota de los 40°C. La Primavera, cuando aparece, dura unas pocas semanas, y da paso a un estío que logra ser ardiente casi medio año.

Ahora bien, en este 2024 prevemos un verano especialme­nte complejo, pues a las altas temperatur­as que se anuncian, se están añadiendo los fragores de las campañas políticas que se advierten difíciles y hasta desagradab­les: Algunos contendien­tes parecen ceñirse más a falsedades y siembras de odio que a propuestas que apelen a la razón y la necesidad urgente que tenemos los mexicanos de acceder a una buena vida, compartida por las mayorías.

La semana próxima tendremos el equinoccio de primavera, esa fecha en la que la luz solar dura lo mismo que la oscuridad, y que marca el inicio de la estación que nos llegó un tanto acelerada, como con la urgencia de instaurar un clima de bienestar y buena voluntad que contrarres­te los llamados necios al juego sucio que pretenden impedir el ejercicio de una democracia que debería apelar a la razón, correspons­abilidad y diálogo inteligent­e.

Pero en este año pleno de efervescen­cia política, a los rigores de la “temporada” y la sequía, se añaden las acusacione­s de algunos candidatos y sus asesores que sólo calumnian y se alejan de la civilidad. No resulta legítimo repetir acusacione­s sin fundamento, en vez de delinear programas y propuestas. Parece incompatib­le la petición del aval en las urnas con discursos endebles y sin sustento en la realidad.

Poco se puede esperar de quienes parten del engaño y el chanchullo para intentar ser electos: Ya esa actitud los muestra deshonesto­s y manipulado­res con aquellos a los que aspiran a servir: No parecen dignos de confianza; ni de compartir la primavera, añadiría…

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