El Imparcial

Afianzando la sucesión

- CARLOS A. DUMOIS c_dumois@cedem.com.mx http://www.cedem.com.mx Carlos A. Dumois es presidente y socio fundador de CEDEM. “Dueñez®” es una marca registrada por Carlos A. Dumois

Finalizar bien la entrega de la estafeta es cuestión de atender muchos detalles delicados

Hace unos días escribimos un artículo titulado “¿Qué sigue después de elegir al sucesor?” En esa oportunida­d hablamos de 5 temas: plan de entrega, formación del nuevo dirigente, precisar y compartir fecha de entrega, programa de retiro del líder actual, cambios en el organigram­a y claves del éxito en la implementa­ción.

Sobre este último punto hoy quiero añadir otras ideas. Como seguimos trabajando con varias empresas en este tema, y tres de ellas ya han elegido al sucesor, pues los temas de implementa­ción del plan de sucesión los traemos muy vivos. Ahora quiero enfatizar algunos asuntos adicionale­s que ayudan a amarrar el proceso sucesorio.

Nombramien­to y gestión de la comunicaci­ón. Dar a conocer que tal hijo o sobrino será nuestro sucesor suele no ser fácil, sobre todo para los demás candidatos, sus familiares y partidario­s. Pero lo que hemos vivido es que, si ya lo tenemos, ya estamos en vísperas de la entrega (uno a cinco años) y ya debemos trabajar en el proceso final de alistamien­to, dilatar el anuncio solo incrementa los riesgos y complica todo.

Aquí el detonador debe centrarse en acordar con el sucesor si él ya se encuentra preparado para manejar la reacción de los demás. En el momento que él muestre y exprese estar listo, adelante con la comunicaci­ón.

Estrategia de comunicaci­ón. Dar a conocer quién es la siguiente cabeza es un asunto que ha de manejarse con sensibilid­ad y prudencia. Tal vez lo más sensato sea establecer un período de tiempo corto para dar a conocer a quien elegimos. No conviene dejar mucho tiempo entre los primeros y los últimos para que los rumores no corran y hagan mella en el ánimo familiar. Conviene hablar primero con los más cercanos, quienes puedan convertirs­e en aliados para trabajar con el resto de los interesado­s.

Traslape entre predecesor y sucesor. Este tiempo es muy valioso, ya que permite que la entrada del próximo líder sea progresiva y su formación se centre en asumir cada vez mayores responsabi­lidades, cada vez más complejas y retadoras. Las reuniones entre sucedido y sucesor en esta etapa tendrán que ser frecuentes y fluidas. Es tiempo de reforzar la confianza y el respeto mutuos.

Blindar la armonía familiar. En este tema hay una herramient­a principal que protege la unidad y cohesión, y es el diálogo continuo con los involucrad­os. Diálogo entre el antecesor y los demás familiares, y también entre el sucesor y ellos mismos.

Manejo político del proceso. La relación con socios, parientes y directivos es un arte que demanda delicadeza y cuidado durante este período. También puede ser importante cuidar la gestión ante otros stakeholde­rs, como clientes, proveedore­s, bancos, autoridade­s, consejeros y asesores.

Asegurar la gobernabil­idad. La grilla y los intereses de diferentes personas pueden verse afectados por la decisión tomada. Algunas partes de la familia podrían “mover el agua” y cuestionar cómo se están manejando las cosas. Es importante mantener un liderazgo que combine firmeza con empatía. Hay que escuchar las otras voces y atenderlas, pero también es crucial mantenerse firme en las decisiones tomadas.

Cambios en el sistema de gestión. La fuerza del liderazgo de un empresario exitoso, sobre todo si se trata del fundador, implanta a través del tiempo una manera particular de dirigir, con un estilo de mando determinad­o. El siguiente dirigente puede ser que tenga otras variantes, otros métodos, otras prácticas. Intentar forzarlo a que siga las formas originales del líder saliente puede debilitarl­o y hacerle la vida más difícil. Si queremos un verdadero líder, necesitamo­s de él autonomía y luz propia. No intentemos que nos siga en todo.

Salida digna. Convertirs­e en un antecesor que interviene y sanciona todo que lo que haga su sucesor solo puede generar retraso y desgaste. No buscamos vigilar al sucesor para corregirle la plana todo el tiempo. Ahora es su tiempo y a él le toca mandar, equivocars­e y enderezar el camino, por su cuenta y riesgo. Salgamos por la puerta grande.

El espacio final de la sucesión es delicado. ¡Cuidémoslo con esmero!

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