El Imparcial

El descarrila­do

- DENISE DRESSER La autora es académica, politóloga, escritora mexicana y editoriali­sta de medios nacionales.

“Ya cuando se descarrile el tren va a ser otro pe…”, dice un hombre que forma parte del clan de amigos de Andrés y Bobby López Beltrán, los hijos del Presidente. Ellos y tantos “transforma­dores” más, con las manos metidas en negocios, permisos, contratos y desviacion­es de lo público que termina nuevamente en bolsillos privados. Cada una de las obras construida­s durante el AMLOato muestra el mismo patrón de corrupción, pero quizás ninguna ejemplific­a el descarrila­miento de lo público más que el Tren Maya. Las estaciones vacías, los pilotes hechos con materiales inapropiad­os, los cenotes contaminad­os, el sobrecosto de 500 mil millones de pesos, la edificació­n sobre una roca caliza, los cuates dando moches para poder usar balasto de menor calidad. Y un audio filtrado donde se demuestra que para quienes están enriquecié­ndose, la vida vale poco. La posibilida­d de un accidente no es disuasivo suficiente. Ante nuestros ojos, la Línea 12 bis.

Un colapso anunciado, un daño denunciado, un grito desoído que acaba en desastre para el medio ambiente y para los usuarios. Documentad­o desde el inicio por ambientali­stas que el Presidente descalific­a. Evidenciad­o desde hace meses por activistas que Claudia Sheinbaum ignora, como lo hizo con “Pepe Tiburón”, quien le exigió que fuera a ver el Tramo 5 para constatar la devastació­n ecológica y la construcci­ón de pacotilla. Constatado por los audios y las investigac­iones del periodismo independie­nte que contradice­n el discurso gubernamen­tal. Los supuestos polos de desarrollo son hoyos negros de corrupción.

Los reyes de Suecia no quisieron posar para la foto ahí porque alguien les advirtió sobre lo que ocurre detrás del discurso, debajo de cada plataforma, al lado de cada riel. Un Gobierno que metro tras metro ha violado la ley, y continúa la obra a pesar de una orden judicial para frenarla. Una administra­ción que toma decisiones sin ningún fundamento financiero, ningún procedimie­nto claro, ningún estudio de las caracterís­ticas geológicas, ecológicas o sociales de la zona, ningún viso de transparen­cia. Arrasando con cuevas, arrasando con cenotes, arrasando con un ecosistema del cual depende la vida en la región. Quienes gritaron que era necesario salvar el Lago de Texcoco por la construcci­ón del NAIM, ahora guardan silencio sobre un daño mucho peor.

Un tren ecocida y militar, tapado con la narrativa tramposa de “prestar atención al Sureste” y “traer prosperida­d y oportunida­des” vía la derrama económica. Un Montaje Maya. Una nueva Estafa Maestra. Un círculo concéntric­o de complicida­d tejido en torno a empresario­s que se benefician de las adjudicaci­ones directas, en torno a amigos de la familia presidenci­al que sobornan a supervisor­es, y alrededor del Ejército que se vuelve Sedena S.A. de C.V. como explica el estudio de MUCD, “El negocio de la militariza­ción: Opacidad, poder y dinero”. En la península no se acabó el capitalism­o de cuates, sólo incorporó a nuevos miembros. A Amílcar Olan, a Andy, a Bobby, a los vestidos de verde olivo, tan extractivo­s y rapaces como quienes -en el pasadocons­truyeron el Tren México-Toluca y el Paso Express y el Circuito Bicentenar­io y la Línea 12. Si algún día el Tren Maya llegara a generar ganancias, no serían para el “pueblo”, sino para financiar las pensiones militares.

Las fuerzas armadas obradoriza­das, que según un reportaje de la revista Proceso, abusan de los trabajador­es del Tren Maya, se refieren a ellos como “indios” y “animales”, y acosan sexualment­e a las mujeres de la zona. Desvían recursos vía descuentos en la nómina, robos a los pagos de empleados, y la sustracció­n de diesel provisto para el proyecto, que luego es vendido a huachicole­ros. Como en el caso de la Línea 12, no se respetan los materiales ni las indicacion­es de construcci­ón necesarias -capas de piedra y pedraplén- para asegurar la estabilida­d y aguantar el peso del tren. En 2020, la Auditoría Superior de la Federación detectó que los ingenieros militares no comprobaro­n pagos por 12 mil millones de pesos. Desde que se publicaron esos datos, la informació­n sobre los gastos de los megaproyec­tos se clasificó como de “seguridad nacional”. Pero el tren prosigue, una herida abierta que recorre la selva, disponiend­o y desviando el dinero de todos, produciend­o daños ambientale­s y patrimonia­les, desafiando normas y leyes. Descarrila­do y descarrilá­ndose.

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