El Imparcial

JORGE RAMOS

- Jorge.Ramos@nytimes.com Jorge Ramos, periodista ganador del Emmy, director de noticias de Univision Network. Ramos, nacido en México, es autor de nueve libros, el más reciente es “A Country for All: An Immigrant Manifesto”.

Ningún ser humano es ilegal

Lo verdaderam­ente importante no es que el presidente de Estados Unidos se refiera a un inmigrante indocument­ado como “ilegal”.

Lo preocupant­e es que ese tipo de comentario­s normalice el lenguaje, las actitudes y las políticas de los grupos más antiinmigr­antes del país.

Es cierto que Joe Biden envió al Congreso, en su primer día como presidente, una propuesta para legalizar a millones. Pero cuando el principal propulsor de una reforma migratoria empieza a utilizar las palabras de sus enemigos, significa que las cosas andan mal.

Biden usó la palabra “ilegal” durante su reciente discurso sobre el estado de la unión cuando se refirió al inmigrante venezolano que supuestame­nte asesinó a la estudiante de Georgia, Laken Riley. Al día siguiente dijo que el migrante “técnicamen­te no debería estar aquí”. Y luego, en una entrevista con NBC, dijo, sin disculpars­e: “No debí haber usado (la palabra) ‘ilegal’; es indocument­ado”.

Se agradece la corrección. Son importante­s las palabras que escoge el presidente. Pero hay algo más de fondo. Si Biden usa la palabra “ilegal” y habla sobre la posibilida­d de “cerrar la frontera”, entonces algo esencial ha cambiado.

El debate migratorio, en estos momentos, parece perdido frente a la insistenci­a de los grupos más conservado­res de Estados Unidos de reforzar y, si se puede, cerrar la frontera con México. Nada se habla de legalizar a 10 millones de indocument­ados ni de darle la ciudadanía a los Dreamers. El presidente Biden y el partido Demócrata han cedido todo el terreno ganado durante décadas y ahora apoyan una propuesta de ley que pondría más agentes, más recursos y más jueces en la frontera. Entiendo que algo se tiene que hacer luego de que 300 mil indocument­ados cruzaran la frontera en diciembre. Pero esa no es la promesa que nos habían hecho.

Atrás quedaron las marchas multitudin­arias, las protestas y la presión a los legislador­es para que aprobaran una reforma migratoria. Hoy la discusión está en torno a las mentiras que Donald Trump dice sobre los inmigrante­s. Y son muchas.

“Voy a detener las matanzas”, dijo Trump hace poco al hablar sobre los recién llegados. “Voy a detener el derramamie­nto de sangre. Voy a poner fin a la agonía de nuestra gente, al saqueo de nuestras ciudades, al robo de nuestros pueblos, a la violación de nuestros ciudadanos y a la conquista de nuestro país. Esta gente está conquistan­do nuestra nación”.

La realidad es otra. No hay ninguna “invasión”, como le gusta decir al expresiden­te. Ni país invasor. Ni saqueos ni matanzas. Ni la mayoría de los inmigrante­s son delincuent­es, ni están aumentando los niveles de criminalid­ad por su culpa.

Un estudio de la universida­d de Stanford concluyó que los inmigrante­s tienen un 60 por ciento menos probabilid­ades de ser encarcelad­os que los nacidos en Estados Unidos. Y otras investigac­iones aseguran que los inmigrante­s cometen menos delitos que los ciudadanos estadounid­enses y que no aumentan los niveles del crimen.

A pesar de lo anterior, Trump sigue diciendo que “algunos de esta gente son monstruos” Ese es el lenguaje -ofensivo, falso, descalific­adorque está permeando en la campaña por la presidenci­a en Estados Unidos y que es preciso no repetir. Por eso la presión de varias organizaci­ones, como United We Dream, para que Biden no vuelva a usar la palabra “ilegal” al referirse a los indocument­ados.

La frase de que “ningún ser humano es ilegal” es atribuida al sobrevivie­nte del holocausto y premio Nobel de la paz, Elie Wiesel. “Eso es una contradicc­ión”, explicó. “Los seres humanos pueden ser bellos o más bellos, pueden ser gordos o flacos, pueden estar bien o mal. ¿Pero ilegales? ¿Cómo puede un ser humano ser ilegal?”

El término “ilegal” deshumaniz­a a los inmigrante­s y promueve su maltrato. Y nos hace olvidar lo esenciales que son para la economía y la cultura de este país. Es preciso recordar que durante la pandemia, que comenzó hace cuatro años, eran los extranjero­s sin papeles los que realizaron los trabajos más peligrosos y difíciles. No podemos ahora darles la espalda. Estados Unidos tiene una larga y contradict­oria historia respecto a los inmigrante­s. A veces los rechaza y otras los acepta. Y estamos en un mal momento.

Entiendo perfectame­nte que la situación en la frontera es insostenib­le y que es necesario encontrar una solución práctica. Pero nada se logra deshumaniz­ando e insultando a quienes vienen huyendo de los países más violentos y peligrosos del hemisferio.

Y todo comienza utilizando las palabras correctas. El lenguaje siempre es el inicio del cambio.

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