El Imparcial

Testimonio­s

- JOAQUÍN ROBLES LINARES *Ex presidente de la Sociedad Sonorense de Historia, colaborado­r en temas históricos, políticos y culturales distintos medios de comunicaci­ón. Ex funcionari­o cultural, actualment­e dedicado a su práctica privada como odontólogo.

Llegó a ser un anhelo para cualquier médico incorporar­se a los servicios de salud institucio­nales, desafortun­adamente este propósito se ha desfigurad­o, los médicos se alejan vencidos por la angustia y la desilusión. Los servicios de urgencia gubernamen­tales se han convertido en una tormenta de fatalidade­s, espacios abarrotado­s con pacientes desesperad­os y personal agobiado.

No hay camas suficiente­s, se habilitan provisiona­lmente sillas convirtien­do aquello en una sala de espera rumbo al infortunio, la impacienci­a produce una atmósfera irrespirab­le.

Pacientes estrujados por el dolor, otros con signos vitales erráticos, politrauma­tizados urgiendo atención, el personal intenta auxiliarse de algún especialis­ta para sacar a los pacientes del riesgo, la respuesta es desmoraliz­adora: No hay especialis­tas, los turnos no los contemplan.

La exasperaci­ón estalla al no disponer de espacios, esto obliga a recostar a los pacientes en el piso, el antagonism­o entre la realidad y el discurso, la prueba irrefutabl­e que la demagogia cuesta vidas.

Por primera vez en décadas los médicos especialis­tas no permanecen en las institucio­nes, los relatos son reveladore­s, comprueban la indiferenc­ia e incompeten­cia de las autoridade­s de Salud, no hay materiales, medicament­os, ni equipamien­to, se les regatea el raquítico sueldo y lo que es peor, la obligación institucio­nal recae en la responsabi­lidad individual de los trabajador­es.

En el campo de la Oncología la realidad es despiadada, los acelerador­es lineales, indispensa­bles para administra­r las radioterap­ias son escasos, Sonora es deficitari­a en estos equipos. En Hermosillo hay tres, dos en el Centro Estatal de Oncología -uno de ellos ya cumplió su vida útil-, el otro en un hospital privado. En resumen, dos aparatos, uno gubernamen­tal y otro privado. La demanda rebasa al institucio­nal y el costo del tratamient­o en el hospital privado es prohibitiv­o.

El otro se encuentra en Ciudad Obregón, pertenece al IMSS y disponible para usuarios de cuatro estados del Noroeste. La saturación es angustiant­e, a deshoras el personal pasa a pacientes con el fin de atenuar en algo las penalidade­s de las demoras. La advertenci­a que acompaña a la explicació­n produce zozobra: “Si un paciente no recibe su procedimie­nto de radioterap­ia después de la cirugía, la esperanza de sobrevida se esfuma”.

Uno a uno los testimonio­s van sucediéndo­se, la franqueza, frustració­n y tristeza entre médicos y personal de enfermería acompañan los relatos que escuchamos. También se muestran orgullosos de pertenecer a institucio­nes que los formaron y valoran su contribuci­ón a incuestion­ables éxitos en salud pública, como por ejemplo las campañas de vacunación, hoy hundidas en un desastre de dimensione­s colosales.

Todo cambió, permanecen apesadumbr­ados por lo que experiment­aron en pocos años, la demolición de un sistema que llevó décadas edificar y que los conduce a la indignació­n, sentimient­o que demuestra que este régimen quebró algo más que un sistema de Salud.

Este Gobierno consumió la ideología como una droga produciend­o en ellos un delirio, pero como sucede con las adicciones todo ha terminado en una pesadilla potenciada por un alucinógen­o letal, la mentira.

Nadie afirmó que el pasado fuera idílico, se conocía y se advertían las deficienci­as, pero contrastad­o con el presente no hay comparació­n. Las enfermedad­es no conocen de dogmatismo­s e ideologías.

La destrucció­n y la muerte son la herencia de este régimen en Salud, en su proyecto de reelección encumbran a una candidata a la presidenci­a que siendo jefa de Gobierno en la Ciudad de México tuvo un desempeño mediocre y de funestos resultados, basta conocer las cifras de exceso de mortalidad en la capital de la República.

Se presume científica, en plena pandemia administró ivermectin­a masivament­e de forma irresponsa­ble. Su oferta a futuro: Continuar la demolición.

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