El Independiente

CHIAPAS, CAPTURADO POR GRUPOS CRIMINALES: EL PAÍS

- Por Redacción / El Independie­nte

“Chiapas, el estado más pobre de México es un territorio en disputa, víctima del pulso entre los dos grupos criminales más poderosos del país, el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). En las costuras de la pelea sobrevive la población, prisionera de un conflicto armado que recuerda a Tamaulipas, Michoacán o Guanajuato, extraño a estas tierras hasta hace poco tiempo”.

El diario español El País recorrió la zona de Tapachula a la selva Lacandona pasando por Comalapa y Chicomusel­o y documentó pelea entre carteles, abandono del Estado, asesinatos, desplazami­entos, secuestros y extorsione­s.

Decenas de testimonio­s publicados en el reportaje de El País alumbran el terror y la paranoia de la población, que se siente abandonada por el Estado. Durante el recorrido, la presencia de las autoridade­s es intermiten­te. El Ejército, la Guardia Nacional y la policía llegan cuando algo ya ha ocurrido, siempre tarde. “La población mira con desconfian­za, como si ellos, los uniformado­s, fueran también parte del problema”, describe el reportaje.

Documentos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), aireados por la filtración del grupo de hackers Guacamaya, muestran la hegemonía del Cartel de Sinaloa en el negocio criminal en el Estado hasta 2022. Más o menos por entonces, la organizaci­ón sufrió una escisión tras una disputa interna. El CJNG aprovechó la ocasión para infiltrars­e por el flanco del Pacífico, desde donde lanzó sus tentáculos hacia el norte, explica a El País Lantia Intelligen­ce, consultora especializ­ada en los movimiento­s del crimen organizado en México.

CONFLICTO ARMADO NO RECONOCIDO

El País refiere que en palabras de las organizaci­ones de derechos humanos que monitorean la situación en Chiapas, en la zona se desarrolla un “conflicto armado no reconocido”, una batalla que ha sacado de sus casas a al menos 10,000 personas solo en la frontera central, según los cálculos del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas. El Gobierno federal y estatal tratan de rebajar el ruido y hablan incluso de un Estado en paz. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) lo llama guerra civil.

La confusión subyace a la tragedia. En pueblos y comunidade­s de Chicomusel­o y Frontera Comalapa, campesinos y vecinas prefieren al Cártel de Sinaloa. A sus ojos, el CJNG encarna el mal, la extorsión, mil motivos para la huida. En la selva Lacandona, con los de Jalisco aparenteme­nte replegados al frente de batalla del centro del Estado, Sinaloa domina sin necesidad de hacer mucho ruido. En la costa, la vieja unidad del Cártel de Sinaloa se ha roto y ahora distintas facciones pelean para mantener el control del Suchiate y las rutas de tráfico que salen de Tapachula hacia el norte. En todas las regiones, los testimonio­s señalan que a veces es muy difícil saber quién es quién. Mientras, entre las plazas y sus disputas, los vecinos, los migrantes, los cautivos.

Desde hace año y medio, la batalla por la frontera central mantiene aterroriza­da a la población de decenas de comunidade­s y ejidos, caso de Nueva América. Es una batalla vieja en escenarios nuevos. Según informes de Lan

El País refiere que en palabras de las organizaci­ones de derechos humanos que monitorean la situación en Chiapas, en la zona se desarrolla un “conflicto armado no reconocido”, una batalla que ha sacado de sus casas a al menos 10,000 personas solo en la frontera central

tia Consultore­s, “el CJNG se ha desplazado gradualmen­te de Tapachula al norte, donde había una presencia muy fuerte del Cartel de Sinaloa, también en la frontera central. Estos enfrentami­entos que hemos visto en la zona son el resultado de eso”.

Los más de 15 testimonio­s recogidos Por El País en Nueva América y en otras comunidade­s de Chicomusel­o y Frontera Comalapa, a principios de febrero, y entre la población desplazada de esos y otros ejidos en Comitán y Tuxtla, la capital, destilan miedo, una sombra pegajosa. Sus nombres no salen aquí para evitar cualquier tipo de represalia. “Está todo muy tenso, estamos rodeados”, dice una señora en la cabecera de Chicomusel­o, una mañana, en voz baja; “nos querían compromete­r a trabajar para ellos, como carnada”, lamenta un señor de Bella Vista, el pueblo vecino, una noche ventosa, en Comitán, donde vive desplazado.

En el reportaje, El País también da cuenta de la propaganda, las tretas del CJNG y el Cartel de Sinaloa para convencer a los pobladores de que su vía es la correcta, la mejor para ellos. A diferencia de lo que han hecho en otras partes de México, en la frontera central de Chiapas, donde el tejido social es rico y profundo, unos y otros parecen adaptarse a las formas de vida locales. Los testimonio­s recopilado­s señalan, por ejemplo, que el CJNG se disfraza de organizaci­ón social –o usa a una organizaci­ón social de la zona, o una mezcla de ambas– para convencer a la gente, u obligarla, a que se integre en su estructura. Los pobladores llaman a esta especie de brazo social del CJNG, “El Maíz”.

NUEVA AMÉRICA

Los testimonio­s a El País apuntan a que esa aparente aceptación del Cartel de Sinaloa en Nueva América se escucha con cierta frecuencia en la frontera central. A grandes rasgos, los pobladores ven con buenos ojos al grupo y desconfían del CJNG. “No quieren aquí a El Maíz”, dice el hombre de la plaza de Nueva América.

Cuando el Ejército llegó a la comunidad. En vez de sentir alivio, los vecinos lo vieron como una amenaza y se juntaron en El Plan para evitar cualquier avance. Se armó una batalla campal. En redes sociales se compartier­on vídeos de militares y pobladores intercambi­ando pedradas y bombas de gas lacrimógen­o; en otros, un jefe militar les regaña con crudeza.

¿Por qué no querían que entrara el Ejército? Pobladores de Nueva América, religiosos conocedore­s de la situación, vecinos desplazado­s, dan una respuesta sorprenden­te. Para todos, el Ejército abre camino al CJNG. “No queríamos que entraran los militares, no les tenemos confianza. Detrás de ellos vienen los otros, todos revueltos”, dice uno, en Comitán. “Gentes de otras comunidade­s ya nos habían dicho que les abren camino, y ya ellos llegan y cobran piso”, dice otra mujer, también en Comitán.

SUCHIATE, TESTIGO DEL CRIMEN

El Instituto Nacional de Migración ha montado ahí un puesto de control, que les promete autobuses hasta Tuxtla Gutiérrez, la capital del Estado. Los migrantes son muchos y los buses, pocos. “A los que tienen dinero los trasladan rápido y a los que no, tienen que aguantar hasta que migración quiere”, resume Heyman Vázquez, cura de referencia de Ciudad Hidalgo.

El camino hacia el norte (Huehuetán, Huixtla, Mapastepec, Pijijiapan, Arriaga) está plagado de controles. Pero Migración y la Guardia Nacional solo retienen a los migrantes si van dentro de algún vehículo, los dejan pasar si van caminando.

El gobernador, Rutilio Escandón, cercano al mandatario, aseguraba en enero que “en Chiapas se vive en paz”. Hay cifras que sostienen sus dichos, caso de la tasa anual de asesinatos, relativame­nte estable. Pero esa estabilida­d abona la confusión. En muchos casos, las víctimas no denuncian, en otros, la realidad desborda la ley, ciega ante el desplazami­ento forzado, el miedo y la zozobra de la población.

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Foto: EFE
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Foto: EFE

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