El Independiente

CHINA, LA VISIÓN DEL PARTIDO REPUBLICAN­O

- Por Martha Aguilar Segunda Parte

El rearme, la construcci­ón de un “poder duro” en Estados Unidos para contener a China es el objetivo que los asesores republican­os impulsarán en caso de ganar la presidenci­a.

Matt Pottinger y Mike Gallaher, son las principale­s voces del Partido Republican­o en materia de política exterior, ellos insisten en que debe imperar la claridad sobre la contienda con China pues aumentarán las tensiones en el corto plazo, afirman que si Estados Unidos quiere ganar la contienda a largo plazo hay que poner en marcha una mejor política: una que rearme a las fuerzas armadas estadunide­nses, reduzca la influencia económica de China y reclute una coalición más amplia para enfrenarse a la potencia asiática.

Los autores señalan que Xi se prepara para una guerra por Taiwán, y si Estados Unidos no puede disuadir esa situación, sería un conflicto muy costoso y además de que puede alterar el orden mundial tal y como lo conocemos.

De ahí que Washington debe cambiar de rumbo, debe construir “poder duro” para negarle a Xi una victoria en Taiwán, sin embargo, al parecer la administra­ción Biden va en sentido contrario: se retiraron diez barcos y 250 aviones, y dio luz verde a la mitad del presupuest­o de 1000 millones de dólares en ayuda para Taiwán que el Congreso ya había autorizado.

Para la zona del Indo-Pacífico, la administra­ción pidió poco más de 5 000 millones de dólares en armamento, una cantidad bastante baja.

En este sentido, el gobierno debe revertir los recortes al gasto de defensa, en lugar de destinar el 3% del PIB a este rubro, debe aumentar esta cifra a un 5%, y todavía es bajo casi similar al gasto de la Guerra Fría.

Para la disuasión a corto plazo en el Estrecho de Taiwán, son necesarios unos 20 000 millones de dólares al año durante los próximos cinco años, una cantidad adecuada para aumentar el poder de combate en Asia.

Este dinero estaría bajo “un fondo de disuasión” supervisad­o por el secretario de Defensa, y la prioridad es maximizar las líneas de producción existentes e impulsar la capacidad para producir municiones críticas para Asia, como misiles antibuque y antiaéreos para destruir objetivos enemigos a grandes distancias.

Los autores sugieren la utilizació­n de drones a gran escala sobre el estrecho de Taiwán a fin de convertirl­o en “un foso hirviente”, dispersar misiles ocultos en cajas de contenedor­es comerciale­s y hasta convertir bombas estándar de 500 libras en misiles de crucero guiados con precisión. Este plan se complement­a con un reforzamie­nto de las bases militares en la región, así como los suministro­s adecuados en todo el Pacífico.

Pero no todo está en el campo de guerra, también hay que considerar la competenci­a comercial.

Para garantizar que Washington desarrolle las tecnología­s clave del futuro, y no China, hay que reordenar las relaciones comerciale­s con este país.

Para comenzar hay que terminar con ese acceso generoso que tiene China a los mercados

China es un agente del caos, y Washington debe tratar de debilitar las fuentes del imperialis­mo del PCCH, y esperar que un nuevo líder chino se comporte menos como un enemigo implacable. Esto no significa un cambio de régimen por la fuerza, subversión o la guerra

estadunide­nses, hay que imponer aranceles que incluyan tasas crecientes sobre productos críticos para la seguridad nacional y competitiv­idad económica de los Estados Unidos.

En materia de finanzas, es necesario ampliar las restriccio­nes a la inversión en tecnología­s críticas y emergentes como los sistemas espaciales y nuevas biotecnolo­gías.

En cuanto a los socios comerciale­s, Estados Unidos debe actualizar sus acuerdos con Japón, Reino Unido y establecer un nuevo con Taiwán, a la vez, forjar un acuerdo digital con la zona del Indo-Pacífico que facilite el libre flujo de datos entre economías afines, tomando como referencia al acuerdo entre Estados Unidos, Canadá y México. La comunidad de inteligenc­ia estadunide­nse necesita actualizar­se en tecnología emergente y finanzas, también deben cultivar una profunda experienci­a en Asia y en la historia e ideología del PCCH.

Los autores señalan que Xi Jinping ha creado su propio estilo de liderazgo a partir del ejemplo de Stalin, y ha demostrado una y otra vez que no es un líder con el que los estadunide­nses puedan resolver problemas.

China es un agente del caos, y Washington debe tratar de debilitar las fuentes del imperialis­mo del PCCH, y esperar que un nuevo líder chino se comporte menos como un enemigo implacable. Esto no significa un cambio de régimen por la fuerza, subversión o la guerra.

Pero sí significa buscar la verdad y comprender que el PCCH no tiene el deseo de coexistir con potencias que promueven los valores liberales, pues representa­n una amenaza para su gobierno. El éxodo de chinos demuestra que quieren vivir en naciones que respeten los derechos humanos y que ofrezcan oportunida­des para vivir.

Así lo deja claro el ejemplo de Taiwán, y China podría ser un lugar semejante.

El camino será largo, pero para la seguridad de los Estados Unidos, es el único destino viable.

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Foto: EFE
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